“Queremos ser testigos de la verdad” (cfr. Juan 18,37)
"Nos desconcierta la falta de cohesión y articulación de los sectores sociales, empresariales, académicos y religiosos para levantar al país del profundo agujero en el que ha caído."
Recomiendo al Obispo de Villa tener prudencia. Ambos somos testigos del terror y del dolor de perder a los seres queridos bajo el fuego de la una guerra, producto del odio humano. Ambos fuimos testigos en la “Quema de la Embajada de España”.
Su madre y mi padre fueron tomados como rehenes, siendo civiles, inocentes víctimas del terrorismo y la confrontación. No creo que ni usted ni yo deseemos para nadie, el terrible demonio de la guerra entre hermanos. Porque ambos somos seres humanos, ambos somos guatemaltecos, con sangre en las venas y un corazón que sufriría ante los horrores de una nueva guerra entre guatemaltecos, llámense mayas o ladinos.
Quizá usted se sienta obligado, como buen jesuita, a seguir la lucha social. Tal vez la Teología de la Liberación lo obligue a seguir el llamado de Dios como en el libro de Jonás, donde le ordena:
“Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia.” Jonás 1:1:2
“Solo cuarenta días más, y Nínive será derribada." (Jonás 3:1:4) Jonás proclama la amenaza de Dios. Pero una vez más, el Señor es misericordioso, como siempre y pone al profeta en ridículo.
Recuerde: La lección no es más que para los que suelen condenar: "Por mi parte, ¿no debería yo sentir lástima por Nínive, la gran ciudad, en la cual existen más de ciento veinte mil hombres que de ningún modo saben la diferencia entre su mano derecha y su izquierda, además de muchos animales domésticos?" Jonás 4:9:11
Por más Obispo o jesuita que sea, cerebral y frío, ¿no recuerda el dolor de lo que sufrimos? ¿Acaso no motiva a razonar que más vale evitar la violencia que promoverla?
En el Antiguo Testamento se presenta la historia de Ruth quien era moabita y después de la muerte de su esposo adopta las creencias de su suegra Nohemí. “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”, llegó a ser parte del linaje de familia de la cual vendría Jesús (Mateo 1:1-16).
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