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Lectura Recomendada

La Confusión de Ginebra
Fecha de Publicación: 13/11/2015
Tema: Justicia
Por Alex Baur con ilustraciones de: Patrick Tondeux. El original de este artículo fue publicado en Die Weltwoche, el viernes 13 de noviembre de 2015 Tomado de http://www.weltwoche.ch/ausgaben/2015-43/la-confusion-de-ginebra-die-weltwoche-ausgabe-432015.html
 
Como autor de una supuesta masacre carcelaria en Guatemala, la justicia de Ginebra quiere poner a Erwin Sperisen tras las rejas de por vida. Basándose en la campaña de una red de ONG’s politizados, el procurador Yves Bertossa y los jueces en esta ciudad Suiza creen haber solucionado supuestos crímenes, que a pesar de muchos esfuerzos nunca llegaron a esclarecerse en el lejano país donde ocurrieron. ¿Será Sperisen realmente un asesino de masas? El fallo se basa en indicios débiles y testimonios contradictorios. Todo indica que el antiguo jefe de la Policía Nacional Civil de Guatemala fue la víctima de una intriga – y de un crimen de justicia (serie en tres partes).
 
En la madrugada del 25 de septiembre de 2006, en la ciudad de Guatemala, 2,500 miembros de las fuerzas de seguridad – entre ellos policías, soldados, unidades especiales, guardias - toman por asalto la Granja penal el Pavón. Mientras que la mayoría de los aproximadamente 1,800 reclusos se entregan de inmediato, en la parte este del amplio recinto se produce una salvaje balacera. Después de las 8 de la mañana la situación se calma, a las 11 horas las autoridades informan a la prensa que la cárcel está bajo control y; hay siete presos muertos y uno  herido.
 
En los medios guatemaltecos la redada, bajo el mando del Ministro del Interior, Carlos Vielman, se celebra unánimemente como un éxito. Pavón, que fue planeada y construida como una cárcel modelo, con canchas deportivas, talleres y áreas agrícolas, era conocida desde hace mucho tiempo como una incubadora del crimen organizado. Desde hacía años que difícilmente los guardias penitenciarios se atrevían a entrar al territorio. Pavón era controlado por los pandilleros que desde allí organizaban impunemente asaltos, venta de drogas, asesinatos y secuestros. A la mayoría de guatemaltecos el impuesto de sangre – hay muchos casos peores en Latinoamérica - le pareció aceptable.
 
Seis años después, el 31 de agosto de 2012, un comando especial de siete policías fuertemente armadas, sorprendió a Erwin Sperisen en el parqueo de un centro comercial en la ciudad Suiza de Ginebra llevándoselo esposado frente a los ojos de su sorprendida esposa. Desde entonces Erwin Sperisen, actualmente de 44 años, se encuentra detenido en la cárcel preventiva Champs-Dollon en Ginebra. Se le acusa de haber ordenado la ejecución de los siete presos y de haberla incluso llevado a cabo personalmente en uno de los casos, durante el asalto de la cárcel de Pavón y en su calidad de Jefe de la Policía Nacional Civil (PNC).
 
Explosiva Declaración de Testigo

Sperisen es descendiente de inmigrantes Suizos, nació en Guatemala, pero conservó su ciudadanía Suiza, es por eso que no puede ser extraditado.  Lo que tampoco fue necesario: el fiscal Yves Bertossa (del partido social demócrata SP) ardía literalmente por procesar a este hombre en Ginebra. Desde hace años se escuchaban en círculos de izquierda  acusaciones según las cuales,  Sperisen como especie de exterminador derechista, había cometido abusos antes de huirse en la tierra de sus antepasados. A fines de Agosto 2012, Bertossa creyó finalmente tener algo concreto en sus manos.
 
Ya al día siguiente de la detención, un francés de nombre Philippe Biret dio una explosiva declaración a Bertossa. Biret declaró haber visto con sus propios ojos como Sperisen, rodeado de la élite del gobierno guatemalteco, vigilaba la ejecución de los siete presos indefensos, burlándose de sus pedidos de clemencia. Es más: Según Biret, el robusto suizo incluso disparó con sus propias manos en la cabeza de una de las víctimas. El francés aseguró que a él,  Sperisen lo había dejado con vida porque temía complicaciones diplomáticas.
 
Bertossa obtuvo la declaración de Biret por intermediación de la Organización Trial, una ONG ginebrina de la izquierda que se ha dedicado a perseguir crímenes políticos que han quedado impunes alrededor del mundo. En 1992 Biret fue condenado en Guatemala a  treinta años de prisión por doble asesinato y estaba recluido en Pavón en el tiempo en cuestión. A pesar de que en la sentencia se descartó  explícitamente una reducción de la condena, Biret salió libre en noviembre de 2007.
 
Eso anormalidad debía llamarle por lo menos la atención. Sin embargo Bertossa nunca hizo ninguna pregunta crítica al respecto. Él necesitaba al francés urgentemente como testigo clave.  Y Bertossa se aferrara aun a Biret, cuando se evidenciara que su cuento de horror no podía ser cierto. Pero cuando salía a luz su mentira, ya era tarde, imposible detener el proceso. Es el viejo problema: Con la espectacular captura, el fiscal se había impuesto la obligación al éxito.
 
A primera vista parece haber argumentos en contra de Erwin Sperisen, quien, entre el 2004 y el 2007, fungió como jefe político de la PNC en Guatemala. Ya en diciembre de 2006, el Fiscal Especial de los Derechos Humanos en Guatemala había expresado sus dudas en relación a la versión oficial que decía que los siete presos habían caído durante la confrontación. En las fuerzas de seguridad no hubo ni un solo herido mientras que todos los presos murieron de inmediato. Esto es aún más asombroso si tomamos en cuenta que la fiscalía encontró al lado de los cadáveres, una hora después del encuentro armado,  armas de calibre pesado y granadas de mano.  La sospecha de un montaje parece más que plausible.
 
Durante la balacera en Pavón, la que fue observada por numerosos periodistas, hubo cientos de testigos oculares y auditivos. Sin embargo la conservación de evidencias y las autopsias de los cadáveres fueron hechas con descuido y las actas con las declaraciones de los testigos oculares estaban plagadas de contradicciones. Al menos había fotos de los cadáveres y éstas muestran heridas de bala que son poco compatibles con una balacera. Algunas posibles marcas en las muñecas apuntan a que al menos dos presos fueron atados antes de su muerte.
 
Son indicios fuertes para ejecuciones extrajudiciales, aun no son irrefutables tampoco. Nadie sabe por ejemplo cuándo se originaron las supuestas marcas en las muñecas que se observa en fotos muy borrosas. En varias de las víctimas se estableció la “muerte por desangramiento”, lo que no sería típico para una ejecución. En las actas se encuentra también un dictamen judicial de Austria; en él, el experto concluye a través de tomas de video, que efectivamente se disparó desde la prisión.
 
¿Se hizo Sperisen sencillamente de la vista gorda?

Algunas de las víctimas, sobre todo el narco colombiano José Batres y el gánster Luis Zepeda, pertenecían al alto mando de la cárcel de Pavón. Tendría sentido pensar que fueron eliminados al propósito de recuperar a largo plazo el control del presidio. Esto también concordaría con el informe del enviado de la ONU, Philip Alston, quien aún antes del caso de Pavón había encontrado indicios de “ejecuciones extrajudiciales”. Sin embargo, Alston no supo tampoco una respuesta a la delicada pregunta: ¿Quién daba las órdenes?
 
Durante la monstruosa redada, se mezclaron entre la policía, el ejército y reporteros unas fuerzas élites encapuchadas, que estaban formal y directamente bajo las órdenes del Ministro del Interior Carlos Vielman.  Tomas de video que el Jefe de Policía Sperisen había mandado a hacer (él mismo no se encontraba en el momento en cuestión) apuntan a que las tropas élite de Vielman fueron quienes, en primera línea, estuvieron involucradas en la balacera. Éstas a su vez estaban bajo el comando del venezolano Víctor Rivera, una figura misteriosa y poco transparente de quien se decía tenía un pasado en la CIA.  Pero desgraciadamente Rivera ya no puede decir nada. Fue ametrallado por sicarios en el 2008. Guatemala es un país peligroso y complicado.
 
¿Fue tal vez el intento desesperado de derrotar al crimen con otro crimen? ¿O simplemente un ajuste de cuentas entre carteles de la droga cuyos tentáculos se extienden hasta lo más profundo del aparato estatal? ¿Participaron las tropas regulares y específicamente el Jefe de Policía Sperisen cuando  los escuadrones de la muerte entraron en acción? ¿Se hicieron de la vista gorda? Tal vez el comando especial de Rivera puso en escena la balacera como cortina de humo, literalmente, con el fin de actuar libremente y cumplir con su labor sangrienta bajo la sombra de la neblina de pólvora en una atmosfera de pánico y confusión. Todo es posible, nada es seguro.
 
Cacería del ex jefe de la policía
 
En toda Latinoamérica, la justicia y la policía tienen una reputación miserable y esto se aplica especialmente a Guatemala. 36 años de terror guerrillero (1960-1996) lastimaron a largo plazo el entramado social y político del país. Los poderosos carteles de la droga mexicanos y colombianos y las maras juveniles se encargan de que el país no se reponga. Robos, asesinatos y secuestros son la realidad diaria de los guatemaltecos. La probabilidad de que un delito sea resuelto es mínima. Y cuando alguien termina en la cárcel no necesariamente significa que sea culpable. Con cierta frecuencia la justicia en este país ha sido la prolongación de la política con otros medios. Policías corruptos que de forma más o menos evidente cooperan con criminales en vez de combatirlos, son más la regla que la excepción. En donde la justicia fracasa, reina la ley de la selva.
 
¿Qué papel jugó Erwin Sperisen en este campo de batalla? ¿Era de la regla o de la excepción? ¿Tenía él como jefe político sin experiencia policial siquiera a sus hombres verdaderamente bajo control? ¿Era él parte de una conjuración criminal o, como el mismo indica, su víctima?  La justicia guatemalteca nunca fue capaz de dar una respuesta convincente. Sin embargo el fiscal Bertossa, desde su oficina en la lejana Ginebra, creía poder resolver el caso. Para él parecía estar todo aclarado a más tardar después de la audiencia del testigo clave Biret.
 
No es que la justicia guatemalteca no haya hecho nada. En diciembre de 2006, el mismo gobierno centroderecha de Oscar Berger solicitó la presencia en el país de una comisión internacional, la Cicig, que debía poner orden en las acciones judiciales bajo la protección de la ONU. La comisionada especial de origen costarricense, Gisela Rivera, llegó pronto a la conclusión que detrás de la masacre de Pavón había un complot al más alto nivel. Sin embargo en el 2009 Rivera huyó de Guatemala. Hay una orden de captura contra la comisionada de la Cicig  por encubrimiento y patrocinio infiel. La misma Cicig fue quien presentó la denuncia.  Gisela Rivera  habría obligado a testigos a declarar y habría hecho acuerdos ilegales.
 
El entorno político no puede haber sido la causa, ya que el Presidente Berger había cedido el paso su adversario socialdemócrata Alvaro Colom. Gisela Rivera afirma  que su superior en la Cicig, el español Carlos Castresana, fue comprado por la oligarquía guatemalteca. No obstante, en agosto de 2010,  antes de que Castresana dejara su puesto, la Cicig formuló acusaciones en contra de 18 sospechosos en el caso de Pavón.  Aparte del entonces Ministro del Interior, Carlos Vielman, y el Jefe del Sistema Penitenciario, Alejandro Giammattei,  Erwin Sperisen y su subdirector, Javier Figueroa, son los  sospechosos más importantes. Pero al final solamente fueron condenados tres policías subalternos.
 
Grandiosa puesta en escena del proceso

Erwin Sperisen ya se encontraba desde hacía tiempo en Suiza, lo que nada tenía que ver con el caso de Pavón. A finales de 2006, después de amenazas de muerte y un frustrado intento de secuestro,  envió a su esposa  y sus tres hijos a Ginebra con su padre, que trabajaba en esa ciudad como diplomático de la ONU. En marzo de 2007 renunció a su cargo y se trasladó con su familia a Suiza. El detonante fue el caso de tres políticos salvadoreños que fueron sorprendidos, atracados y asesinados por policías guatemaltecos mientras contrabandeaban cocaína. Eso constituyó un escándalo, incluso para la realidad guatemalteca, de mayor tamaño. Requería una señal política.
 
Pocos meses después de la llegada de Sperisen a Suiza, una red de organismos notorios por su activismo de índole izquierda-tercermundista (Uniterre, Acat, OMC), bajo la dirección de la Organización Trial hicieron un llamado a la caza del ex jefe de policía. Ciertamente no se hablaba aún del caso Pavón. Se trataba más bien de un conflicto sangriento entre campesinos en la provincia de Retalhueleu, que había costado la vida de nueve personas (aunque los organismos ocultan convenientemente que tres de los fallecidos eran policías y que otros 22 policías fueron heridos de bala, según una investigación parlamentaria). Cabe destacar que el operativo policial fue ordenado por la Corte Suprema de Guatemala.  Sperisen había estado entonces apenas un mes en el cargo; culpabilizarlo por el derramamiento de sangre es absurdo. Pero el asunto da una idea de la contaminación política, que tuvo impregnada el caso Sperisen desde sus raíces.
 
Después de la acusación de la Cicig en Guatemala, Erwin Sperisen en agosto de 2010 se comunica voluntariamente con el fiscal general de Ginebra de aquella época, Daniel Zappelli (del partido liberal FDP).  Zapelli no le da mucha importancia al asunto. Esto cambia de forma repentina cuando, un año después, cuando Zappelli es acosado y expulsado del puesto por su misma gente. Es precisamente la época en la que su colega y rival, Yves Bertossa, escala al puesto del primer fiscal. Bertossa, que tiene lazos ideológicos, de amistad y hasta familiares con la Organización Trial, se hace cargo del expediente Sperisen. El caso debía ser su tarjeta de presentación.
 
Es importante saber que Yves Bertrossa es el hijo del famoso Bernard Bertossa (SP), quien como Fiscal General de Ginebra (1990-2002) emprendió una cruzada internacional contra potentados, supuestos oligarcas y otras “aves de rapiña capitalistas” (los dictadores comunistas en cambio nunca tuvieron nada que temer en Ginebra). Junto a su equivalente y amigo español, Baltasar Garzón, emitió en 1998 la orden internacional de captura contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet. Bernard Bertossa está entre los fundadores de la Organización Trial, que es cofinanciada por el gobierno de Ginebra y que en su época solicitó, entre otras, la captura del ex presidente de Estados Unidos, George Bush por violaciones de los Derechos Humanos en Guantánamo.
 
Las escenificaciones grandiosas juripolíticos de Bernard Bertrossa con regularidad fatal resultaron en fiascos nada menos impresionantes. El supuesto capo de la mafia rusa Sergej Mikailow, a quien el gobierno de Ginebra tuvo que indemnizar con 800 000 francos por haber pasado dos años en prisión preventiva sin culpa, es uno entre muchos ejemplos. Su sucesor, Zapelli, trató de regresar a los fiscales de Ginebra a la realidad helvética. Aparentemente en vano.
 
“Ya tiene un apellido, ahora solo le falta un nombre”, se burlaban los ginebrinos, cuando el hijo del famoso Bernard Bertossa en 2007 entró en la fiscalía, siguiendo los pasos de su padre. Yves Bertossa no esperó mucho tiempo con su primer escándalo. En el 2008 mandó a detener Hannibal Gaddafi, hijo del siniestro dictador de Libia. El caso Gaddafi fue también un tiro por la culata con daños colaterales enormes causando una crisis diplomática de mayor envergadura. Luego por algunos años poco se hacía oír Yves Bertossa. ¿Traerá  Erwin Sperisen el tan deseado triunfo?
 
En marzo de 2014, dos meses antes del proceso contra Sperisen, la televisión estatal suiza RTS presentó una película documental (“Chasseurs de crimes”), que en realidad fue un elogio poco periodístico a la  Organización Trial (financiado y promocionado por ella misma). El caso Sperisen es parte central del film y el conflicto sangriento con los campesinos en Retalhuleu es sacado a colación. Philippe Biret, el presunto testigo clave de Bertossa,  describe amplia y dramáticamente la  ejecución en Pavón, supuestamente llevada a cabo por Sperisen. Al menos, los autores mencionan que las acusaciones de Biret son cuestionables. Pero el mensaje final se la dejan al amigo español de Bertossa, Baltasar Garzón: es difícil comprobar algo a los verdaderos criminales, pero la lucha vale la pena.
 
Una querellante fantasma
 
La opinión pública parece ser unánime, hasta que el 14 de mayo de 2014, un día antes del proceso contra Sperisen, la revista L’Illustré deja estallar una bomba: la supuesta querellante adhesiva, la madre de una de las víctimas de Pavón, no sabe nada del proceso que se lleva a cabo en Ginebra; no conoce a los abogados que actúan en su nombre; no sabe nada de la acusación contra Sperisen y no tiene nada en contra del ex Jefe de Policía. Arnaud Bédar, un experimentado reportero, había buscado a la mujer en Guatemala y había grabado la conversación en video.
 
La primicia pone en aprietos a la Organización Trial. La perspectiva judicial cambió poco: el asesinato es un delito perseguido de oficio. Hubiera sido suficiente con que la Presidente del Tribunal, Isabelle Cuendet (SP) suspendiera a la querellante adhesiva temporalmente, hasta que la situación fuera aclarada. Pero la reacción poco soberana para no decir arrogante de Cuendet delató un espíritu de prejuicio: sin esconder su molestia desechó el asunto incomodo declarando en palabras breves de que no le interesaba lo que dice la prensa.
 
Acto de “justicia colonial”
 
El ambiente en la corte estaba envenenado desde el principio. “Si Erwin es culpable, debe pagar por ello”, dice su hermano Christian Sperisen, “pero cada acusado tiene el derecho de ser tomado en serio y de ser escuchado”.  Tuvo la sensación que el veredicto ya estaba dictado antes de que empezara el proceso. Algunas veces, cuando el acusado no decía lo que ella quería escuchar,  la jueza Cuendet lo interrumpía malhumoradamente. Unas veces lo acusaba nerviosamente de “jugar al gato y el ratón”, en otra ocasión se mofaba de un testigo de descargo con un gesto sarcástico.
 
El reportero Bédat dice en retrospectiva que el ambiente agresivo en el tribunal lo dejó impactado, nunca había experimentado algo semejante. Y él no está sólo con esta impresión. La reportera de tribunales Catherine Focas criticó posteriormente todo el proceso en la Tribune de Geneve como un acto de “justicia colonial”. Si en el caso Sperisen se hubiera tratado de “uno de los locales notorios,”  escribió, no se le hubiera tratado de una forma tan despectiva.
 
Si nos apegamos a la acusación del fiscal Bertossa,  que en su parte medular solamente consta de cuatro páginas, lo que hubo fue una conspiración de asesinato elaborada en las más altas esferas. Deja abierto quiénes, cómo y cuándo exactamente tomaron y llevaron a cabo qué decisiones. Con buena razón. Porque la acusación se basa esencialmente en dos pilares que se contradicen mutuamente: las declaraciones del testigo clave Philippe Biret y las investigaciones de la Cicig en Guatemala. Son dos versiones difícilmente compatibles.
 
La versión de Biret se puede desmentir con relativa facilidad. Según todos los informes ninguno de los prisioneros recibió un tiro en la cabeza y el francés, quien ubica la masacre al final de la tarde,  se equivocó por nada menos que ocho horas. Las razones por las que aun así Bertossa se aferró a su cuento de horror, son obvias: también las declaraciones de los testigos de la Cicig tienen agujeros y son contradictorios.
 
Y las pocas declaraciones que acusan a Sperisen direcctamente, vinieron evidentemente a través de medidas de clemencia: de otros sospechosos, que declararon en contra de sus superiores y fueron premiados con indultos y programas de testigos protegidos. Este método es simplemente ilegal conforme al derecho Suizo, ya que se corre el gran riesgo de que las declaraciones y acusaciones forzadas y premiadas sean falsas.
 
El 6 de junio de 2014 el Tribunal en primera instancia condenó Sperisen por el asesinato de siete personas a cadena perpetua. De las versiones contradictorias los Jueces destilaron una suerte de fusión agregándole un poco de toda declaración que fuera en contra de Sperisen, ignorando todo lo que no encajaba en esta sopa jurídica. Así de simple. Aquello que hablaba en contra de su culpabilidad, a los jueces les parecía intrascendente; a las inconsistencias flagrantes en la versión de Biret y de otros prisioneros se les restó importancia atribuyéndolas a un supuesto trauma que fue la causa de que sus recuerdos fueran desviados ligeramente. El artilugio jurídico con un peso de 142 páginas sería una historia aparte. Al fin, no necesitamos ocuparnos más de ella hoy en día, ya que esta sentencia entre tanto es maculatura.
 
Con el fallo del 12 de julio de 2015 el juzgado de apelaciones de Ginebra anuló y corrigió la sentencia de primera instancia. Calificó la historia de horror de Bidet como poco convincente.  También la investigación de la Cicig fue considerado únicamente como indicio, mas no como prueba. Aun así los jueces llegaron a un veredicto condenatorio: Erwin Sperisen era el jefe, y por tal era el responsable de los crímenes que se cometieron bajo su régimen. Así de simple. En los ojos de los jueces Suizos era imposible que él no se hubiera percatado de las ejecuciones.
 
Mientras que el Tribunal presenta en pocas páginas la pregunta fundamental acerca de la complicidad de Sperisen, la mayor parte de la argumentación de la sentencia gira alrededor de la pregunta si realmente se produjo una ejecución. El mismo Sperisen nunca había descartado esta posibilidad. Niega solo su participación. Según él, su aparición marcial en uniforme al margen del asalto de Pavón fue puro show. El despliegue fue dirigido por los comandantes respectivos; como Jefe Político de la Policía Sperisen ocupaba una función puramente representativa.
 
Como no es posible que Sperisen haya ordenado el plan de asesinato él sólo, la Instancia de Apelaciones de Ginebra condenó a la vez a su subdirector, Javier Figueroa y al Jefe de Presidios, Alejandro Giammettei – sin que estos fueran acusados, sin que estos se pudieran defender. Así de simple. Es más. Giammattei había sido declarado inocente en Guatemala por el mismo asunto en el 2011. Figueroa, quien actualmente vive en Austria como refugiado político reconocido, fue exonerado de toda culpa por un tribunal en el 2013 después de un juicio dispendioso con jurado.  Mientras tanto, Carlos Vielman disfruta de su vida de jubilado en arresto domiciliario en España.
 
Profesor Ziegler llama la atención
 
¿Por qué se sienten tan seguros los fiscales y jueces de Ginebra en este caso confuso que se produjo en un sitio tan distante de su realidad?  Quizás tiene que ver con una fotografía que muestra en la redada de Pavón a un pelirrojo de 193 centímetros de alto armado hasta los dientes. El cuadro que dominó el informe de Erwin Sperisen, parece una caricatura del brutal soldado gringo, que camina sobre los cadáveres de los campesinos Mayas.
 
El conocido profesor ginebrino Jean Ziegler, miembro del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidos (actualmente bajo la presidencia del ilustre reino de Arabia Saudita, sea dicho de paso) en un comentario de prensa describió a Sperisen como el retoño de terratenientes inescrupulosos. Según Ziegler el descendiente Suizo servía como “jefe de policía todopoderoso” a la oligarquía haciendo “limpiezas sociales” entre pobres campesinos indígenas, como mercenario del mal que fue derrotado finalmente “gracias al trabajo inteligente y enérgico de organizaciones no gubernamentales”.  Ziegler apela a unos clichés conocidos por las películas de Hollywood, que poco tienen que ver con la realidad que se esconde detrás.
 
Entrega Siguiente: La historia novelesca de un clan de emigrantes suizos que busca su suerte en el Nuevo Mundo y del bombero voluntario Erwin Sperisen, que llega a ser jefe de Policía en Guatemala.