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Invitado de honor

Luis Enrique Pérez: Democracia y república
Fecha de Publicación: 08/03/2015
Tema: Filosofía
Tomado de la columna Logos del autor: https://www.facebook.com/notes/luis-e-perez-e/logos-democracia-y-rep%C3%BAblica-diferencia-esencial/360498990752339
 
Era el día 17 de septiembre del año 1787. Terminaban las sesiones de la asamblea que decretó la Constitución de Estados Unidos de América. Varios ciudadanos se habían congregado ante el Salón Independencia, de Filadelfia, en donde se habían celebrado las sesiones. Uno de los legisladores constituyentes había sido Benjamín Franklin, a quien un ciudadano le planteó esta pregunta: “¿Será nuestra nación una república, o una monarquía?” Franklin le respondió: “Una república, si ustedes pueden conservarla”.
 
Era el día 17 de septiembre del año 2000. El Presidente Bill Clinton declaró que los legisladores que decretaron la Constitución de Estados Unidos de América, “habían comprendido la enorme tarea que intentaban ejecutar: crear una democracia representativa.” Empero, esos legisladores jamás pretendieron crear una democracia. Pretendieron crear una república; y el texto de su obra constitucional no incluye la palabra “democracia”.
 
Esos legisladores creían que los seres humanos tenían “ciertos derechos inalienables” exclusivamente individuales, entre ellos el derecho a la libertad, a la vida y a la propiedad privada, que ninguna mayoría democrática o ninguna minoría monárquica podía transgredir.
 
Samuel Adams, quien firmó la Declaración de Independencia, afirmó: “La democracia nunca dura mucho... Pronto se gasta, se extingue y se mata ella misma... Nunca ha habido una democracia que no cometa suicidio”. Alexander Hamilton, persuasivo apologista de la naciente república federal, afirmó: “Se ha dicho que una democracia pura, si fuera posible practicarla, sería el gobierno más perfecto. La experiencia demuestra que no hay creencia más falsa. Las antiguas democracias, en las cuales el pueblo mismo deliberaba, nunca fueron un buen ejemplo de gobierno. Su auténtico carácter era la tiranía; y su forma, la deformidad.” Y James Madison, llamado “Padre de la Constitución”, afirmó: “Las democracias siempre han sido un espectáculo de turbulencia y contienda. Han sido siempre incompatibles con la seguridad personal o con el derecho de propiedad; y han sido, en general, tan breves en su vida como violentas en su muerte.”
 
Fisher Ames, llamado “el más elocuente de los federalistas”, afirmó: “La democracia es el gobierno de las pasiones de la multitud o… es el gobierno según los vicios y las ambiciones de sus líderes… La democracia es una etapa intermedia hacia la tiranía.” En su obra denominada “El fango de la democracia” expresó que los legisladores que decretaron la Constitución de Estados Unidos de América, “querían que nuestra nación fuera una república, la cual se diferencia de una democracia mucho más de lo que una democracia se diferencia del despotismo.”
 
En la república, impera el derecho a la libertad, el derecho a la vida y el derecho a la propiedad privada. Esos derechos tienen un valor intrínseco, y son derechos de cada ser humano considerado como un individuo que es fin en él mismo y no solo medio. La finalidad esencial del gobierno republicano es garantizar el ejercicio de esos derechos por medio de funciones legislativas, judiciales y ejecutivas. En la democracia, impera el interés de la mayoría, manifestado a veces en impetuoso clamor de mortíferas masas violentas. Un individuo puede ser libre, conservar su vida y tener bienes propios, si esa libertad, esa vida y esa propiedad sirven al interés de la mayoría. La finalidad esencial del gobierno democrático es servir ese interés, por medio de complacientes funciones legislativas, serviles funciones judiciales y arbitrarias funciones ejecutivas.
 
Post scriptum. Esa democracia, que no es un mero procedimiento para que la mayoría de ciudadanos elija gobernantes, sino un tiránico recurso para aniquilar los derechos del individuo, es una maldición política tanto como la república es una bendición.
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