Muchos me han preguntado qué voy a lograr si hablo del caso de la Embajada de España, si en los tribunales de Guatemala los juicios están previamente arreglados y los jueces están comprados. En verdad les digo que si las personas conocen la historia no estarán condenados a repetirla. Mi punto de vista es el de las víctimas, no de los criminales, fanáticos o terroristas que se justifican mintiendo.
Entre los recuerdos de la tragedia de la Embajada de España, tengo presente a los teólogos de la liberación y guerrilleros quien el 31 de enero crearon una antorcha para culminar sus planes.
Todo inició en 1967 cuando un grupo de sacerdotes y monjas teólogos de la liberación, se propuso despertar la conciencia del campesinado de Guatemala a través de la “ayuda social” de Acción Católica. Este movimiento terminó uniendo a algunos sacerdotes, monjas y estudiantes de colegios católicos, a la guerrilla marxista. Se involucraron en secuestros, robos y asesinatos. Al verse descubiertos huyeron de Guatemala.
En 1976 después del terremoto aprovechando la emotividad del momento, muchos de ellos volvieron al país. Unidos a nuevos religiosos partidarios de la teología de la liberación se reorganizaron y junto con el Ejército Guerrillero de los Pobres fundaron el Comité de Unión Campesina ––CUC. El CUC, cuyo símbolo es una punta triangular, estaba formado por campesinos, útiles después de muertos. Ellos fueron lanzados como punta de flecha, no percibieron que el arquero se quedaba atrás y los mandaba a morir al frente, para luego abandonarlos. Cuando perdieron la guerra, muchos de los que los impulsaron, huyeron nuevamente, incluyendo al finado Obispo Gerardi.
En 1980, “A Mayor Gloria de Dios, perinde ac cadaver” lema que San Ignacio manda a cumplir, con la obediencia de un cadáver que no piensa y no opina, estos sacerdotes de conciencia cristiana, mandaron a los campesinos a morir, a matar sin compasión, sin discriminar a justos de pecadores, eliminando a todos aquellos que interfirieran en el “Plan de la Subida”, al poder. La guerra “justa” que entabló la teología de la liberación causó esta tragedia en Guatemala, como las Cruzadas en la Edad Media.
En 1996, al haber sido los Acuerdos de Paz rechazados por una consulta popular, algunos gobiernos y organismos internacionales iniciaron una guerra virtual contra nuestra soberanía, éstos fueron impuestos a través de oficinas como la CICIG, acuerdos y tratados internacionales y la participación de exguerrilleros en los diferentes gobiernos.
La consecuencia fue la destrucción del ejército; el clima de violencia generalizada, donde los terroristas gozan de impunidad. Ningún miembro del CUC o el EGP ha sido juzgado en Guatemala o en la Corte Internacional, ni sus crímenes han sido calificados como crímenes de lesa humanidad ¿No son los mismos políticos graduados de colegios católicos los que nos han llevado a este estado de impunidad?
La moral y el derecho ya no nos ayudan a ser parte de una sociedad pacífica, libre, civilizada. Al darle espacio a la guerrilla, se dio poder a personas que estaban fuera del marco legal, violentas y sin escrúpulos. Ni siquiera podríamos considerarlos dignos de ser libres, deberían ser juzgados. Los guerrilleros incorporados a la sociedad han transmitido una cultura de violencia, y generado un colapso de autoridad política.
En el 2014, se abrió nuevamente la oscura y negra capilla. Lo que antes era una lucha por la tierra, hoy lucha por lo que está bajo la tierra. Es la lucha por el subsuelo, las Cementeras, Hidroeléctricas, Petroleras y Mineras son hoy violentadas y de donde reclamarán más cadáveres. Un vampiro de negra capa reclama sangre y con su lengua falaz intentará dominar las conciencias para su imperio universal ¿Y no han sido los templos construidos con cemento y el hierro? Y los cálices y copones sagrados ¿no han sido producto de las minas de oro, plata, bronce o cobre, sacados y moldeados por las manos del hombre?
Mucho ojo, porque los nuevos teólogos de la liberación dirigen organizaciones como el CUC y sus representantes políticos de una nueva lucha. La plaga no muere, ahora acosa a los empresarios del subsuelo. Nunca actúan solos, los grupos de campesinos siempre han tenido a un ilustrado que los dirige.
Los ideales cristianos no son el odio, ni la lucha de clases, ni la pobreza, ni la violencia, no es la impunidad, y no está en la corrupción de los sepulcros blanqueados, donde los cadáveres apestan y la hipocresía solo enferma a la sociedad. No está en la envidia, en la muerte y en la guerra porque son valores anticristianos. Están en lo bueno, en la paz verdadera y en el progreso
Nuestra conciencia y nuestra razón nos dictan ser mejores que los asesinos, evitar la violencia y la venganza como principios éticos sublimes. No basta con superar el dolor y la pena que causa el terrorismo, es necesario luchar contra él. Una y otra vez, es necesario denunciarlo, pues si no, seguiremos siendo víctimas.
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