Invitado de honor
GuÃsela Roldán: Certeza JurÃdica y Prosperidad
Fecha de Publicación: 04/08/2014
Tema: Justicia
Nos hemos acostumbrado, con honrosas excepciones, a repetir lo que otros dicen y a pensar lo que piensan otros, sin hacernos preguntas. Esta costumbre, enraizada en la mediocridad y en el desánimo, acarrea graves consecuencias para nuestra capacidad de razonamiento y para nuestro discernimiento.
De esta manera, vamos aprendiendo a colocar los pensamientos de otros en nuestras mentes, como plantillas a las que, con rigurosa obediencia, acomodamos nuestras ideas, para convertirnos en reproductores de conceptos que no compartimos y que, las más de las veces, ni siquiera analizamos.
Es así como expresamos nuestra opinión, uniformándola con las tendencias de actualidad. Es así también como, luego de haber sostenido nuestras propias tesis, durante años, resulta ser que terminamos identificándonos dentro del montón, con ideas y preferencias similares a las propuestas por los demás. Padecemos miedo de defender conceptos que desafíen los de la mayoría y nos rendimos, antes de pelear la batalla.
Hacemos lo mismo en las urnas, al dejarnos llevar por los datos que obtenemos de las encuestas de opinión, al considerar que nuestro voto se verá desperdiciado, si lo concedemos al candidato que, aún siendo el de nuestra predilección, no tiene posibilidades de conquistar el triunfo electoral, a juicio de la mayoría.
En éste marco conceptual, en el que resignados, formamos parte de la estadística, renunciamos al aporte que deberíamos hacer, para la solución de los problemas que nos aquejan.
Veamos, por ejemplo, la manera en que se nos ha habituado a esperar del gobierno, la prosperidad que anhelamos y que nos hace tanta falta. Hemos llegado a creer que el gobierno puede y debe resolver nuestra crisis de falta de empleo, de generación de riqueza y de crecimiento económico.
Hemos dejado de estar conscientes de lo que sabemos y de las realidades que conocemos, desde tiempos ancestrales. Pareciera que hemos perdido, además, la capacidad de analizar nuestra historia reciente; que de hacerlo, concluiríamos que el gobierno forma parte del problema y no de la solución.
Hemos sabido siempre que el factor indispensable, para la generación de riqueza y el crecimiento económico, es la inversión. Al dejar de considerarla, atribuyendo a los gobernantes facultades mágicas sobre nuestra realidad y sobre nuestro desarrollo, hemos olvidado la condición necesaria para contar con ella: La Certeza Jurídica.
Nos hemos ocupado últimamente de documentar y analizar con detalle y en forma constante, la corrupción del gobierno y a ésta, le hemos dedicado toda nuestra atención, atribuyéndole toda la culpa de nuestra miseria y de la totalidad de nuestros males. Hemos tejido telarañas mentales, en torno a leyes que deberían sancionarse, a fin de castigar los hechos corruptos y hemos creído que al prescindir de políticos deshonestos, habremos llegado a la meta.
Así las cosas, la historia ha sido el juez implacable que nos ha demostrado que las personas a quienes hemos confiado la administración de nuestros recursos, han resultado ser más hábiles y aptas para desbaratarlos, que para obtener de ellos los beneficios lógicos y esperados por nosotros.
Si nos concentráramos en la certeza jurídica y en la forma de alcanzarla, encaminaríamos nuestros esfuerzos hacia la correcta aplicación de la justicia y veríamos cómo, en un país donde se aplica la ley, existen la inversión, el empleo, la generación de riqueza y el crecimiento económico; en forma independiente de quienes hacen gobierno, de sus cuestionables y reprochables intenciones y de sus desastrosos resultados.
Aplicando la ley, construiríamos un sistema capaz de garantizar la confianza y el capital de quienes tienen los medios para invertir en nuestro país. Dejaríamos de depender, mental y psicológicamente, del gobierno y de sus políticas públicas, para la resolución de nuestros problemas.
Veríamos, con claridad, que la inversión necesita un clima propicio para germinar y que la prosperidad, que de ella deviene, solamente crece en ambientes en los que la ley es clara e igual para todos. Entenderíamos que la inversión no es más que el voto de confianza de quienes invierten, a favor de la solidez de regímenes de legalidad.
Es ésta la lección que nos enseñan los países prósperos, cuyo progreso e indicadores económicos positivos, están a la vista de todos. Dentro de las fronteras de estos países, la generación de riqueza ha sido la consecuencia directa de la validez, vigencia y aplicación de sus leyes; como los únicos generadores de confianza, capaces de atraer el capital de los inversionistas.
Si aplicamos la lección, nos daremos cuenta que la prosperidad camina de la mano de instituciones fuertes y no de las personas que las dirigen. Dejaremos de conceder crucial importancia al relevo político, convencidos del blindaje que para cualquier nación, constituye su solidez institucional.
Nos abstendremos de atribuir el éxito o el fracaso, a quienes integran los equipos de gobierno y fundamentaremos nuestros juicios de valor, en los indicadores económicos y en la prosperidad de nuestro pueblo. Al hacerlo, veremos que nos basamos en hechos reales y no en medias verdades, que nos cuenten los simpatizantes del gobierno de turno o los promotores de su reelección.
Y usted y yo, apreciado lector, que nos habíamos acostumbrado a conceder nuestro voto a favor de las preferencias políticas de otros y de personas que terminarían por decepcionarnos, habremos aprendido que nuestro voto debe favorecer el rescate institucional de nuestro país, la aplicación de la ley y el fortalecimiento de nuestro sistema de justicia.