Prometemos una vida de derroche y despilfarro, y en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza, contra la humanidad como futuro. Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales. Pero aun: civilización contra la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente, amor, amistad, aventura, solidaridad, familia. Civilización contra tiempo libre que no paga, que no se compra, y que nos permite contemplar y escudriñar el escenario de la naturaleza.
Arrasamos la selva, las selvas verdaderas, e implantamos selvas anónimas de cemento. Enfrentamos al sedentarismo con caminadores, al insomnio con pastillas, a la soledad con electrónica ¿Es que somos felices alejados del entorno humano? cabe hacerse esta pregunta. Aturdidos huimos de nuestra biología que defiende la vida por la vida misma, como causa superior, y la suplantamos por el consumismo funcional, la acumulación.
La política, la eterna madre del acontecer humano quedó engrillada a la economía y al mercado, de salto en salto la política no puede más que perpetuarse, y como tal delegó el poder y se entretiene, aturdida, luchando por el gobierno. Desbocada marcha de historieta humana, comprando y vendiendo todo, e innovando para poder negociar de algún modo, lo que es innegociable. Hay marketing para todo, para los cementerios, los servicios fúnebres, las maternidades, marketing para padres, para madres, para abuelos y tíos, pasando por las secretarias, los autos y las vacaciones. Todo, todo es negocio.
Todavía las campañas de marketing caen deliberadamente sobre los niños, y su psicología para influir sobre los mayores y tener hacia el futuro un territorio asegurado. Sobran pruebas de estas tecnologías bastante abominables que a veces, conducen a las frustraciones y más.
El hombrecito promedio de nuestras grandes ciudades, deambula entre las financieras y el tedio rutinario de las oficinas, a veces atemperadas con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad, siempre sueña con concluir las cuentas, hasta que un día, el corazón se para, y adiós. Habrá otro soldado cubriendo las fauces del mercado, asegurando la acumulación. Es que la crisis es la impotencia de la política, incapaz de entender que la humanidad no se escapa, ni se escapará del sentimiento de nación. Sentimiento que casi está incrustado en nuestro código genético. De algún lado somos.
Pero hoy, hoy es tiempo de empezar a batallar para preparar un mundo sin fronteras. La economía globalizada no tiene otra conducción que el interés privado, de muy pocos, y cada estado nacional mira su estabilidad continuista, y hoy la gran tarea para nuestros pueblos, en mi humilde manera de ver, es el todo.
Como si esto fuera poco, el capitalismo productivo, francamente productivo, está medio prisionero en la caja de los grandes bancos, que en el fondo son la cúspide del poder mundial. Más claro, creemos que el mundo requiere a gritos reglas globales que respeten los logros de la ciencia, que abunda. Pero no es la ciencia la que gobierna el mundo. Se precisa por ejemplo, de una larga agenda de definiciones: ¿Cuántas horas de trabajo y toda la tierra? ¿Cómo convergen las monedas? ¿Cómo se financia la lucha global por el agua y contra los desiertos? ¿Cómo se recicla y se presiona contra el calentamiento global? ¿Cuáles son los límites de cada gran quehacer humano?
Sería imperioso lograr consenso planetario para desatar solidaridad hacia los más oprimidos, castigar impositivamente el despilfarro y la especulación. Movilizar las grandes economías, no para crear descartables, con obsolescencia calculada, sino bienes útiles, sin fidelidad, para ayudar a levantar a los pobres del mundo. Bienes útiles contra la pobreza mundial. Mil veces más redituable que hacer guerras es volcar un neo-keynesianismo útil de escala planetaria para abolir las vergüenzas más flagrantes que tiene este mundo.
Tal vez nuestro mundo necesita menos organismos mundiales, esos que organizan los foros y las conferencias, que le sirven mucho a las cadenas hoteleras y a las compañías aéreas y que en el mejor de los casos nadie recoge y lo transforma en decisiones.…
Necesitamos sí, mascar mucho lo viejo y eterno de la vida humana junto a la ciencia. Esa ciencia que se empeña por la humanidad no para hacerse ricos. Con ellos, con los hombres de ciencia de la mano, primeros consejeros de la humanidad, establecer acuerdos para el mundo entero. Ni los Estados nacionales grandes, ni las transnacionales y muchos menos el sistema financiero deberían gobernar el mundo humano. Sí, la alta política entrelazada con la sabiduría científica, allí está la fuente. Esa ciencia que no apetece el lucro pero que mira el porvenir y que nos dice cosas que no atendemos. ¿Cuántos años hace que nos dijeron en Kioto determinadas cosas y no nos dimos por enterados?
Creo que hay que convocar la inteligencia al comando de la nave arriba de la tierra, cosas de este estilo y otras que no puedo desarrollar nos parecen imprescindibles, pero requerirían que lo determinante fuera la vida, no la acumulación.
Obviamente, no somos tan ilusos, estas cosas no pasarán, ni otras parecidas. Nos quedan muchos sacrificios inútiles por delante, mucho remendar consecuencias y no enfrentar las causas. Hoy el mundo es incapaz de crear regulación planetaria a la globalización y esto es por el debilitamiento de la alta política, eso que se ocupa de todo. Por último vamos a asistir al refugio de acuerdos más o menos regionales, que van a plantear un mentiroso libre comercio interno, pero que en el fondo van a terminar construyendo parapetos proteccionistas supranacionales en algunas regiones del planeta. A su vez van a crecer ramas industriales importantes y servicios, todos dedicados a salvar y mejorar al medio ambiente. Así nos vamos a consolar por un tiempo, vamos a estar entretenidos y naturalmente va a continuar la acumulación para regodeo del sistema financiero.
Ver todos`p>