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Lectura Recomendada

El discurso de Mujica
Fecha de Publicación: 29/09/2013
Tema: Interacción Social

 

José Mujica (78), Presidente de la República Oriental de Uruguay, presentó su discurso en la Asamblea de la Naciones Unidas el pasado martes 24. Fue el más comentado de esa asamblea y, posiblemente, de todas las anteriores.


En la década de los 60 y primera mitad de los 70, el ahora presidente fue guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro. En una ocasión declaró que dentro de esa condición subversiva había robado automóviles para venderlos. Muy probablemente también tomó parte en otros crímenes cometidos por esa organización terrorista. Ver http://www.taringa.net/posts/info/15777368/Pepe-Mujica-El-guerrillero-que-no-conocias.html


"Todos nos equivocamos", reza el título de uno de los libros de Sabino. Ahora esos crímenes, juzgados o no, pertenecen al pasado. Forman parte de una lejanía que la mayoría de ciudadanos uruguayos decidió olvidar en las urnas en 2009 cuando lo eligió presidente. Tal vez, sea el costo que esa población hubo de pagar para poder ver hacia el porvenir en vez de hacerlo hacia el pasado. Además, durante los 30 años anteriores tuvo una vida política destacada. Actualmente, como presidente, Mujica ofrece condiciones superiores a las de sus colegas americanos. Por su extensión, presentamos el discurso dividido en varias partes.


El Discurso: Amigos todos, soy del sur, vengo del sur. Esquina del Atlántico y del Plata, mi país es una penillanura suave, templada, una historia de puertos, cueros, tasajo, lanas y carne. Tuvo décadas púrpuras, de lanzas y caballos, hasta que por fin al arrancar el siglo XX se puso a ser vanguardia en lo social, en el Estado, en la enseñanza. Diría que la socialdemocracia se inventó en el Uruguay.


Durante casi 50 años el mundo nos vio como una especie de Suiza. En realidad, en lo económico fuimos bastardos del imperio británico y cuando este sucumbió vivimos las amargas mieles de términos de intercambio funestos, y quedamos estancados añorando el pasado.


Casi 50 años recordando el Maracaná, nuestra hazaña deportiva. Hoy hemos resurgido en este mundo globalizado tal vez aprendiendo de nuestro dolor. Mi historia personal, la de un muchacho- porque alguna vez fui muchacho- que como otros quiso cambiar su época, su mundo, el sueño de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores son en parte hijos de mi tiempo. Obviamente los asumo, pero hay veces que medito con nostalgia.


La fuerza de la utopía

¡Quién tuviera la fuerza de cuando éramos capaces de albergar tanta utopía! Sin embargo no miro hacia atrás porque el hoy real nació en las cenizas fértiles del ayer. Por el contrario no vivo para cobrar cuentas o reverberar recuerdos.


Me angustia, y de qué manera, el porvenir que no veré, y por el que me comprometo. Sí, es posible un mundo con una humanidad mejor, pero tal vez hoy la primera tarea sea cuidar la vida.


Pero soy del sur y vengo del sur, a esta asamblea, cargo inequívocamente con los millones de compatriotas pobres, en las ciudades, en los páramos, en las selvas, en las pampas, en los socavones, de la América Latina patria común que se está haciendo.


El bloqueo inútil a Cuba

Cargo con las culturas originales aplastadas, con los restos del colonialismo en Malvinas, con bloqueos inútiles a ese caimán bajo el sol del Caribe que se llama Cuba. Cargo con las consecuencias de la vigilancia electrónica que no hace otra cosa que sembrar desconfianza. Desconfianza que nos envenena inútilmente. Cargo con una gigantesca deuda social, con la necesidad de defender la Amazonia, los mares, nuestros grandes ríos de América.


Cargo con el deber de luchar por una patria para todos. Para que Colombia pueda encontrar el camino de la paz, y cargo con el deber de luchar por tolerancia, la tolerancia se precisa para con aquellos que son distintos, y con los que tenemos diferencias y discrepamos. No se precisa la tolerancia para los que estamos de acuerdo.


La tolerancia es la paz

La tolerancia es el fundamento de poder convivir en paz, y entendiendo que en el mundo somos diferentes. El combate a la economía sucia, al narcotráfico, a la estafa, el fraude y la corrupción, plagas contemporáneas, prohijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos felices si nos enriquecemos sea como sea. Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales. Les ocupamos el templo con el dios mercado, que nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas, la apariencia de felicidad.


Parecería que hemos nacido solo para consumir y consumir, y cuando no podemos cargamos con la frustración, la pobreza, y hasta la autoexclusión.


Lo cierto hoy es que para gastar y enterrar los detritos en eso que se llama la huella de carbono por la ciencia. Si aspiráramos en esta humanidad a consumir como un americano medio promedio, serían imprescindibles tres planetas para poder vivir.


El despilfarro de vida

Es decir nuestra civilización montó un desafío mentiroso y así como vamos, no es posible para todos colmar ese sentido de despilfarro que se le ha dado a la vida. En los hechos se está masificando como una cultura de nuestra época, siempre dirigida por la acumulación y el mercado. 


Prometemos una vida de derroche y despilfarro, y en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza, contra la humanidad como futuro. Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales.