Teorema
El resarcimiento (Parte 1)
Fecha de Publicación: 04/11/2022
Tema: Construir el Estado
Corría con tanta desesperación, como si la vida entera le fuera en ello. Ya no apartaba las hojas, ya no se cubríala cara con los brazos pues perdía tiempo y no veía las piedras en los surcos del maizal. Afiladas aristas rasgaban su piel. Escuchaba cada vez más cerca los ruidos de quienes lo acosaban. Quería llegar al río. Tirarse al agua. Ocultarse en la poza. Pero aún le faltaba. Sus cazadores estaban muy cerca. Fue entonces, que su pie se trabó en una raíz y cayó de bruces entre dos surcos.
Temía que su captura fuera inminente. Mentalmente Benito empezó a rezar: “Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del …”. Respiraba con dificultad. Oía pasos cercanos. Sintió miedo intenso causando un sudor frío que empapaba su cuerpo. Pero los hombres pasaron tres surcos más allá, sin verlo. Esperó. Se puso de pie y corrió en dirección contraria, viendo hacia atrás. No lo seguían. De súbito, otros “comisionados” frente a él lo atraparon. Siempre había estado rodeado.
Después supo que el pavor hace segregar adrenalina y cortisol, los músculos liberan más azúcar y eso ayuda a escapar.
Lo subieron a un camión con otros, todos con la cara plena de angustia, de incertidumbre, como la suya. Conocía a algunos, pero nadie hablaba. No sabía adónde los llevarían. Ojalá alguien avisara a su familia. Cuando ya eran unos 20, el camión arrancó rumbo a Mazatenango. Entró en la zona militar convertida en cuarto Centro de Adiestramiento de Reclutas –CAR-- donde los bajaron. Era agosto de 1976. Él había cumplido 17 años tres meses antes
Al llegar la noche les asignaron un cuarto, sin camas donde dormir. Sentía hambre, pero el miedo se disipaba poco a poco. A la mañana siguiente le dieron algo para desayunar. Un uniformado gritó: ¡Benito Chaj!. Cuando se levantó le dijo que lo siguiera. Lo condujo a una oficina donde estaban sus padres. Con una “Fe de edad” habían mostrado que era menor. El oficial con ellos le dijo que se podía ir, pero también, si así lo prefería, podía quedarse y prestar los tres años de servicio militar obligatorio.
Benito habló con sus papás. La mamá dijo que no, que debía venirse con ellos a la casa. Su papá, más reflexivo, preguntó qué pensaba él. Benito dijo que no quería volver a vivir el miedo del día anterior. Que si de todas maneras debía hacer el servicio que mejor se quedaba de una vez. Su papá respondió que, si esa era su decisión, que se quedara. Ellos volverían el domingo a visitarlo. Lo abrazaron. Su mamá lo persignó. Tenía un nudo en la garganta cuando los vio alejarse.
El oficial le presentó a Canuto Charchal y le dijo que sería su CUAS (Compañero Único, Amigo para Siempre). Si uno era herido, el otro debía rescatarlo. Si uno desertaba el otro sería responsable y tendría castigo. Su CUAS tenía 2 o 3 años más que él. Era un muchacho alegre, ruidoso, extrovertido, simpático… Su carácter contrastaba con el suyo reservado, tímido, respetuoso.
Pronto se habituó a la vida del cuartel. Las raciones de comida eran reducidas. Debía aprender a vivir días sin comer. Recibió una litera para dormir. También un uniforme (camisa, pantalón, botas y una gorrita. Le dijeron que recibiría un sueldo. Este era un poco más de lo que ganaba en la finca. Los analfabetos podrían aprender a leer y escribir. Quienes tenían tres años o más de primaria podían aprender otras cosas.
El entrenamiento consistía principalmente en marcha rápida diaria. Los llevaban a un campo donde les inculcaban amor a los valores patrios. La bandera, el himno, el escudo, la patria, la libertad, el territorio nacional… Cuando corrían en círculo cantaban consignas de odio a quienes atentaban contra esos valores. Los guerrilleros buscarían matarlos, así que había que acabar con ellos antes.
Una tarde Canuto, su CUAS, pidió permiso para ir los dos a la tienda a comprar una gaseosa y se lo concedieron. Pero en lugar de ir rumbo al parque lo llevó a la vuelta. Caminaron sobre una acera donde había cuartos en cuyas puertas había prostitutas sentadas. Benito las veía con asombro. Su amigo se acercó a una de ellas diciendo que lo llevaba para que le enseñara a ser hombre. La mujer siguió la broma y lo tomó del brazo. Benito se zafó como pudo y salió corriendo. Los otros dos se doblaban de risa.
Escuchaba con atención las anécdotas de quienes habían estado en combate contra la guerrilla. Seis semanas después de su ingreso le tocó ir a patrullar, lo que se volvió repetitivo, primero de día, después de noche. Benito tuvo su primer enfrentamiento unos ocho meses después de ingresar. Hubo varios. En uno de ellos, el que estaba a su lado recibió un disparo que le penetró un ojo con salida en la parte de atrás del cráneo. Sintió deseos de vomitar. Sabía que el muerto pudo ser él.
Una vez, al regresar de visitar a su familia, su CUAS estaba enojado. El sargento había dado un informe negativo y lo habían arrestado. No pudo ir a su casa. Le confió que se pensaba fugar. Benito le pidió que no lo hiciera porque él sería castigado. Dijo que no delataría lo que le había dicho, pero debía dar aviso cuando ya no lo viera. Canuto pidió tres horas de ventaja. Un día, después de la cena no estaba. Lo buscó por todos lados sin éxito. Tres horas después dio aviso y una patrulla salió a buscarlo, pero fracasó. Nunca más supo de él. Benito quedó bajo arresto y sufrió presiones y molestias permanentes. Entendió el aviso: Si tu CUAS deserta, mejor desertan los dos.
Un año después de su ingreso, llegaron unos jóvenes a hablar sobre técnicas marciales. Hicieron una exhibición. Lo que más interesó a Benito fue la parte filosófica. Explicaron que su preparación les daba ventaja sobre otros. Pero solo debían usarla, si era muy necesario. También dijeron que toda batalla se gana antes de pelear, que es un asunto de actitud mental.
Al terminar su periodo de servicio, encontró que en su mente estaban los principios y valores aprendidos en el ejército. Más valioso que la alimentación, el vestido y el entrenamiento había sido el crecimiento de su autoestima. Tenía un alto concepto de él mismo, de su potencial, de su valor como ser humano. Nunca mentía, se sabía responsable de sus actos y enfrentaba las consecuencias cuando se equivocaba. Se respetaba y exigía que los demás lo respetaran.
Continuará