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Teorema

Los empresarios (segunda parte)
Fecha de Publicación: 19/10/2022
Tema: Empresa
Guatemala tiene en su organización social, como otros países, varias regulaciones, permisos, registros, constreñimientos y gravámenes que causan costos innecesarios. Los principales perjudicados son los consumidores, quienes reciben precios más altos. Pero un pequeño territorio está a salvo. Es solo un lunar, pero allí el gobierno tiene poca injerencia. En ese lugar, donde impera la libertad, concurren a diario vendedores y compradores.

Muchos empresarios, unos pequeños, otros no tanto, así como quienes consumen sus productos, compran y venden allí, ajenos a restricciones gubernamentales. Me refiero concretamente al Mercado de La Terminal y a una parte aún más específica suya: el sector de las calles aledañas al edificio. Afortunadamente este espacio de libertad comercial se replica en casi todos los mercados municipales del país.

Hace unos 20 años La Terminal se reputaba como un lugar inseguro. Los asaltos eran frecuentes. La gente había dejado de llegar y el volumen de negocios decaía. Los vendedores se organizaron y contrataron a personas tanto o más temibles que los criminales que allí había. Con su “ayuda” la convirtieron en el lugar seguro que es hoy. Todo sucedió sin intervención de las instituciones del Estado.

Más recientemente, con el crecimiento de la población, nuevos vendedores invadieron las calles para poner sus ventas, dejaron un solo carril para vehículos. Con tránsito lento y alta circulación peatonal crearon una buena solución. En el sector abundan los parqueos que, a Q.5 la hora, gracias a la competencia ofrecen el precio más bajo de la ciudad.

Con techos improvisados de nylon cubrían los puestos de venta sobre la calle. Pero al ir de una tienda a otra, los compradores se mojaban. Hace unos años, poco a poco, fueron techando con láminas parte de las calles. Como buenos empresarios, los vendedores de La Terminal se preocuparon por sus clientes. Sabían que hacerlo redundaría en beneficio propio.

Las zanahorias, por ejemplo, que allí venden recorren diariamente 200 km. en grandes camiones que, siendo cargados de noche, llegan antes del amanecer al CENMA. Hay muchos empresarios en la cadena de suministro: el agricultor, el proveedor de fertilizantes, el transportista, el gasolinero, el importador de vehículos y repuestos y muchos más. En la Central de Mayoreo el camión descarga sobre pickups que llevan las zanahorias a diferentes lugares. Algunos van hacia La Terminal. El transportista del pickup trabaja por su cuenta. Es contratado por un intermediario quien, al amanecer, las vende a un minorista. Este último es quien ha surtido a la señora que, sentada frente a un canasto, ofrece zanahorias que el día anterior aún crecían en las lejanas tierras de Almolonga.

Un proceso semejante se repite para cada uno de los cientos de vegetales: verduras, legumbres, granos, chiles, hojas, frutas, flores y otros productos que venden.

Un comprador llega a La Terminal a comprar zanahorias, entre otros productos ¿Le importa si provienen de plantaciones mecanizadas o de mano intensiva? No. ¿Le importa quien las produjo? No. El mismo comerciante no lo sabe, ni le interesa. Lo que preocupa es la calidad que se advierte mediante inspección visual y el precio. Nada más. El agricultor, el transportista, el comerciante y otros en la cadena de suministro saben lo mismo: solo interesa calidad y precio. Es un mercado muy competitivo donde más de cien comerciantes ofrecen zanahorias, entre otros productos.

En la mañana La Terminal está llena de vegetales frescos. En la tarde debiera estar casi vacía. De no ser así, contrario, al día siguiente, la maduración (carece de refrigeración) creará muchas “segundas” que venderán a menor precio. El precio debe ser tal que quede muy poco de cada producto, mejor si nada. ¿Se ponen de acuerdo entre ellos para definir el precio? No. Todos saben que entre más bajo el precio más pronto terminan de vender, pero menos ganan. Su principal ventaja competitiva sucede cuando compran, no cuando venden.

Todos los días ocurre igual prodigio, muchos vendedores en abierta competencia de precios y muchos compradores eligiendo a quién comprar. Al final, unos y otros, satisfechos abandonan un mercado casi vacío de productos perecederos. Algunos le podrían llamar “milagro”, (suceso extraordinario que provoca admiración o sorpresa), pero no asombra ya que estamos habituados a quesuceda a diario en casi todos los mercados del país.

Lo que vale la pena resaltar es que todo ocurre en ausencia de coerción. Son intercambios libres. En todos los pasos del proceso hay total libertad, nadie está obligado a nada. Todo sucede sin reglas escritas que se deban cumplir, sin un protocolo de instrucciones a seguir, sin una persona a cargo de supervisar que todo salga bien. Es un orden social espontáneo.

Los empresarios dentro y fuera de los mercados municipales proveen, con máxima eficiencia, casi todos los alimentos perecederos que consume la población. Su función social es tan importante, que sin ellos habría escasez, lo que causaría ausencia de paz social. Los empresarios sirven a sus consumidores con honradez. Los sirven siempre, aún con pandemia, terremotos, inundaciones u otras catástrofes naturales. Siempre, mientras haya libertad, habrá productos en los mercados.

Una persona que proveía productos a las tiendas de La Terminal me contó que algunos de sus empresarios habían acumulado riqueza, que eran millonarios, pero esa condición no los convertía en petulantes o presumidos, ellos seguían siendo humildes, modestos, respetuosos, austeros...

Muchas personas piensan que los empresarios de mayor éxito, los que han alcanzado altos niveles de riqueza, tienen una deuda con la sociedad y que la deben pagar. Creo que es un error. La deuda, en todo caso, la tendría quien ha recibido servicios de educación o salud, y ha contribuido menos a costearlos.

Lo que caracteriza al empresario exitoso, es servir a sus consumidores con honradez. Fue por esa conducta que consiguieron crear progreso y bienestar en el largo plazo. Fueron los consumidores de sus productos (o servicios) quienes los premiaron al darles su confianza y buscarlos todo el tiempo. Confianza que ellos supieron merecer, que nunca defraudaron, que conservan como su más valioso activo.
SOBRE EL AUTOR
J, Fernando García Molina
      José Fernando García Molina Guatemalteco, 77 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista. Tiene una licenciatura en ingeniería eléct
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