El término “periodista” se refiere a una amplia gama de personas encargadas de proveer información a la población. Los más conocidos por el público posiblemente son los reporteros, a veces llamados “caza noticias” (en Italia paparazzi). Quienes se especializan en temas específicos reciben el nombre de “cronistas”. Hay cronistas deportivos, sociales, políticos, judiciales, legislativos, de espectáculos…
En los estudios de radio y televisión los presentadores, como Luis Pellecer, son la cara visible. Uno de los segmentos favoritos de la teleaudiencia es el de entrevistas en profundidad donde destacan Baldizán, Dionisio, Rayo, Jacobs y Díaz Durán, entre otros.
Si para alguien ha sido peligroso el ejercicio del periodismo, ese ha sido para quienes han tomado el género de investigación periodística. Una mezcla de judicial, otro de policial y uno más de periodista. Hace unos años Sylvia Gereda y Pedro Trujillo (después solo Sylvia) hicieron en “Informe Especial” ese tipo de periodismo. Tuvieron problemas, con el embajador de Suecia primero y con casi toda la “comunidad internacional" después. La revista “Crónica” también hizo periodismo de investigación.
Un grupo poco numeroso de investigadores, frente a una computadora escudriña en la internet documentos publicados previamente por otros. Buscan en reportes científicos, históricos y estadísticos, así como en las hemerotecas virtuales locales y extranjeras, los datos precisos que les permiten armar las historias que desean contar a sus lectores. Su trabajo es parecido al del historiador, pero a diferencia de este, persiguen un fin previamente establecido. Sus publicaciones ocupan varias páginas y suelen ser muy completas. El ya extinto “Nómada” de Martín Rodríguez y la actual “Plaza Pública” son buenos ejemplos de ese periodismo preciso, detallista, meticuloso.
Menos prolijo fue el periodismo del recordado Jorge Palmieri en su blog “JorgePalieri.com”, que permanece abierto. Allí, su legado presenta una versión amena de la historia de nuestro país y de sus personajes. Palmieri, antes de publicar documentos extensos en su blog personal, lo hizo como columnista de opinión en todos o casi todos los periódicos impresos de Guatemala.
Los periodistas que publican artículos en los diarios impresos forman una clase especial dentro de ese gremio. Son los columnistas. Se trata de personas cuyos ingresos provienen de fuentes diferentes a los periódicos, lo que les da mayor autonomía. Es impensable que un periódico pida a un columnista editar su texto en cuestiones de fondo. A lo sumo, puede negarse a publicarlo y dar por terminada la relación, pero eso muy rara vez sucede. Un periódico que se respeta como tal, honra la opinión de sus columnistas y se prohíbe censurarlos.
La sección editorial de un periódico consiste en una columna que refleja la línea editorial u opinión del periódico sobre cualquier tema. A diferencia de los artículos en la sección de opinión, su contenido es responsabilidad exclusiva del medio en cuestión. Muchas veces en su redacción y revisiones participa más de una persona.
Escribir un artículo de opinión significa, para su autor, un trabajo de investigación que puede llegar a ser profundo. Haberlo hecho muchas veces, no reduce el tiempo para hacer el siguiente. Todo lo contrario, lo amplía. Varios autores dedican largas sesiones a redactar un artículo, a veces más de 25 horas de trabajo disgregadas en una semana. Los columnistas más serios no están dispuestos a permitirse un error en cuanto a las fechas, cantidades o nombres que cita. Aun cuando tales errores se presentan, se trata de excepciones.
Con frecuencia un columnista ha escrito varios libros o trabaja en uno. Su forma de escribir es peculiar. Desarrolla su texto con frases cortas; los párrafos contienen pocas oraciones y hay un esfuerzo intenso para quitar términos especializados dejando solo palabras de uso común. Muchos columnistas suelen pensar que un texto solo está terminado, cuando después de muchas revisiones ha suprimido todo lo que pueda ser prescindible. Sabe que entre menos palabras emplee mejor será el resultado. La suya es una satisfacción íntima.
La mayor parte de los columnistas son profesionales de diferentes especialidades. Profesores universitarios, constitucionalistas, decanos, economistas, sociólogos, psicólogos, filósofos… La mayoría no solo cuenta con una amplia formación profesional sino también suele estar integrada por los más destacados en su particular rama de actividad.
Muchos han desempeñado cargos públicos importantes. Arévalo, Marroquín Rojas, Villagrán Kramer, Portillo, Alejandro Maldonado y el actual presidente fueron columnistas. Conté 31 columnistas que fueron candidatos presidenciales y vicepresidenciales en los 36 años de la actual Constitución. Otros ocuparon posiciones en el BANGUAT, la Superintendencia de Bancos y el OJ. Muy pocos, como Linares, han sido diputados. También los hay que fueron ministros de Estado
¡Tanto y tan valioso conocimiento y experiencia acumulados en esas personas es expuesto a los lectores!
En los columnistas se puede observar un pensamiento constante a través de los años. A diferencia de los políticos, ellos no niegan hoy lo que afirmaron ayer. Sus cambios, en lo que publican, solo reflejan la mayor madurez que les ha ido dejando el tiempo. Evolucionan sobre una misma línea de pensamiento.
Humberto Preti y Mario Roberto Morales, uno en la derecha, en la izquierda el otro, mantuvieron la misma ideología hasta el último de sus días. Lo mismo sucede con prácticamente todos los demás. La evidencia escrita permanece allí, desafiante, en la hemeroteca nacional, en las colecciones privadas y en los registros de los diarios donde publicaron.
Muchas columnas de opinión de los periódicos en Guatemala rivalizan favorablemente con las de los más prestigiosos diarios del mundo. Se puede afirmar con la mayor seguridad que, entre los columnistas de opinión en los medios escritos, se encuentran las personas que tienen mayor conocimiento sobre los problemas de nuestro país y la forma de resolverlos.
En 2015 escribí sobre la fantasía de un Congreso de la República integrado mayoritariamente con los columnistas de esa época. La discusión parlamentaría se volvía necesariamente intensa y de tal elegancia, refinamiento y erudición que la televisión comercial reproducía las transmisiones de “Canal Congreso”. Los debates entre los diputados sustituían a sus mejores programas. Mucha gente los seguía e iba, poco a poco, desarrollando una cultura cívica profunda.
De ese conocimiento, los ciudadanos aprendían a respetar las leyes, las instituciones del Estado y sus decisiones. Así, desde el Congreso se estimulaba el clima que prevalecía en la sociedad, que era de una prosperidad intelectual como la que habrá tenido la antiquísima Atenas.
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J, Fernando GarcÃa Molina |
José Fernando García Molina Guatemalteco, 77 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista. Tiene una licenciatura en ingeniería eléct |
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