Invitado de honor
Carlos Molina Mencos: Costo de vida (2da. parte y final)
Fecha de Publicación: 31/03/2022
Tema: Gobierno
En diciembre de 1973 la Secretaría de Integración Económica de Centro América SIECA hizo un análisis del problema del costo de vida a nivel Centroamericano. Fue un estudio profundo en el que hacía ver que la inflación mundial se había logrado reducir en gran parte en los países del área Centroamericana siendo Guatemala uno de los países que mejor posición tenía ya que a pesar que estábamos viviendo un proceso inflacionario, el país lo había logrado manejar en tal forma, que esa inflación se había atenuado lo más posible.
Así mismo se tomaba como un punto primordial, que el alza en el costo de vida no procedía de la región sino que era importada de los países productores de petróleo y de Estados Unidos y Europa. La mayor parte de las causas que generaban esta inflación no eran causas internas sino externas.
Este documento de la SIECA fue ampliamente difundido, y para darlo a conocer aún más me permití invitar a un grupo de periodistas a mi casa de habitación, donde les presentamos el documento de SIECA, y de nuevo tratamos de analizarlo, lo más ampliamente posible.
En esa oportunidad recuerdo haber hecho una declaración en el sentido de que consideraba que el Ministerio de Economía podría seguir atenuando hasta cierto punto los factores inflacionarios internos, pero que en cuanto a la inflación importada el Ministerio no podía controlarla. Lo único que podía hacer, era de nuevo tratar de fijar una política de salarios que permitiera al consumidor popular mantener su poder adquisitivo. Que se debía de pensar en una política de mayor productividad y de aumento de producción y que creía que el país se vería obligado a aprender a vivir con inflación por los próximos dos años.
Esta declaración fue bastante criticada especialmente por los grupos políticos que estaban en el gobierno, quienes me hicieron ver de que a su juicio no era conveniente dar una inflación sin esperanza, que lo que consideran que hubiese sido mucho más inteligente era dar una esperanza de que la inflación iba a terminar a corto plazo o de que se podía tomar algún tipo de medidas para contrarrestarla, quizás en esta parte tengan razón, me di cuenta de que más tarde al inicio del gobierno subsiguiente se tomó este tipo de política, se tomaron medidas de controles de precios, se dijo que se iba a combatir la inflación, y se dio esperanza de que la misma no continuaría creciendo. Aunque el resultado fue una mayor alza en los precios.
Siempre he creído que los actos de gobierno deben de ser públicos y se deben de compartir con la población quien es la que delegó en sus funcionarios la administración de la nación. Y hay que informarla con la verdad por dura que sea. No podría decir al país que no tendrá inflación cuando estoy convencido de que tendrá que vivir con ella por dos o tres años más; la esperanza que di era exclusivamente una, entre tres años más o menos el período inflacionario y los niveles de costo de vida, aunque persistirán como problema de la economía del país, serán mucho más suaves de lo que son ahora.
Guatemala ha sido un país que nunca ha tenido el problema de variaciones en sus precios y ahora lo tiene por primera vez en muchos años por lo que tendrá que aprender a vivir con él.
El tiempo probó que mis palabras en ese momento eran ciertas, tuvimos que aprender a vivir con la inflación y creo que a la larga la sobrevivimos, pero lo que sí me agrada es de que lo que se dijo fue cierto, al menos fue cierto desde el punto de vista de mi verdad.
El propio Presidente Arana salió en mi defensa en su discurso al presentar a Congreso su informe anual en el que dijo “Los guatemaltecos somos pródigos en la crítica y parcos en el elogio” pero la crítica continuó a pesar de que se sabía que era una inflación importada, pero para la oposición era un regalo del cielo. Podían criticar y obtener algún apoyo de aquellos que estaban sufriendo la crisis, sin tomar en cuenta que las repercusiones de la crisis económica que llegaban a nuestra tierra eran más o menos un tercio de la que se estaba sufriendo en el mundo.
No se puede sobrevivir a un alza del petróleo de casi 1,000%, una devaluación del Dólar, moneda rectora del cambio internacional y una inflación mundial de 20% sin sufrir efectos negativos.
Sin embargo en Guatemala aún con todos esos índice teníamos un crecimiento de 7.9%.
También en diciembre de 1973 entre las presiones que existían el Congreso de la República emitió tres Decretos para, según ellos combatir la inflación.
Por medio de esos decretos se crearon delitos económicos y se dio al Ministerio de Economía la autorización de fijar precios y establecer una economía de controles en cuanto a precios, producción, etcétera.
Para mí era una ley no sólo inconveniente sino inoperante, sin embargo era una ley aprobada por el congreso por lo que razoné la posibilidad de solicitar que fuera vetada pero llegué a la conclusión de que no le podría proponer jamás un veto al Presidente de la República, a tres meses de una elección presidencial, cuando el tema fundamental de ataque al gobierno era el costo de vida.
En ese momento era imposible vetar una ley de control de precios; no había más remedio que aceptarla y ratificarla; fue el único acto de gobierno en el cual no estuve de acuerdo al firmar esa ley.
No estuve de acuerdo por el principio, estaba claro de la necesidad política de la ley así como de su inoperatividad. No se puede fijar un precio que no otorgue una utilidad razonable a su productor. Si no hay utilidad le es más barato dejar de producir.
La Ley daba al Ministerio la facultad de aplicarla o no y fue ese uno de los puntos determinantes para poder firmarla pues sabía que no la iba a aplicar, por lo tanto el tener en vigor no me iba a hacer ningún daño.
Luego en el mes de abril, inmediatamente después de las elecciones solicité al Congreso la derogatoria de dicha Ley, se aceptó por el Congreso la discusión de la moción del Ministerio pero quedó engavetada y nunca fue derogada.
Entramos 1974; la campaña electoral para la presidencia estaba llegando a su final,
Entramos así a nuestros últimos seis meses de gobierno, en 1974, con la campaña electoral en las puertas, y como se había previsto el costo de vida era el factor central de la campaña. Los ataques al Ministerio de Economía fueron cada vez más fuertes y violentos, al extremo que un día a principios de febrero el Presidente del Congreso y candidato a la Vicepresidencia de la República Mario Sandoval Alarcón me llamó y me indicó que había platicado con el candidato presidencial el General Kjell Lauguerud García sobre la conveniencia de que renunciara yo del Ministerio de Economía porque era uno de los factores primordiales en la campaña electoral y que creía que le estaba haciendo demasiado daño a los candidatos.
Por lo que consideraban que si yo salía del Ministerio y se nombraba a otra persona que diera esperanza de cambio a corto plazo la presión existente se minimizaría y sus posibilidades de triunfo mejorarían.
Le hice ver a Mario que estaba de acuerdo, pero que en todo caso mi renuncia tendría que ser presentada ante el presidente Arana ya que él me había nombrado, era mi amigo y era a quien le debía toda mi lealtad, además de mi agradecimiento por el apoyo que me había dado en los cuatro años de gobierno y en especial en el último año, que había sido tan duro y tan azaroso para el Ministerio y para mi persona.
Me dirigí al Presidente, quien me dijo que Mario Sandoval ya había hablado con él con anterioridad y que no estaba de acuerdo, que yo había sido un servidor leal, que había sido uno de los hombres que más duro había sido atacado, y que al recibir ese ataque había liberado al resto del gobierno de críticas.
Que todo gobierno debería de tener un pararrayos en las tormentas y yo era el pararrayos de su gobierno que había tenido que aceptar ataques y críticas sobre temas que ni siquiera eran del giro del Ministerio de Economía. Es decir que eran materia totalmente de otros ministerios. Me refiero a los precios de los granos básicos, a la escasez de maíz, fríjol, arroz, a los precios de las medicinas, que también se convirtieron en punto de discusión a través del Ministerio de Economía liberando a otras dependencias de la crítica.
Que ya se lo había Manifestado a Kjel y a Mario por lo que su intención era salir el 1 de julio por la puerta ancha acompañado de sus amigos y colaboradores.
Al día siguiente me comunique con el general Lauguerud y el licenciado Sandoval Alarcón y les hice ver la resolución del Presidente que fue aceptada por ellos.
Mi reacción ante el Presidente de la República en esa ocasión fue solicitarle que lo pensara, porque era una solicitud que venía de los candidatos presidenciales lo que obligaba a tomar una resolución con la cabeza y no con el corazón.
Hasta el día de hoy he considerado que la decisión del Presidente no fue la correcta, lo que al gobierno convenía indiscutiblemente era que yo saliera del Despacho y nombrar a otra persona, ya que los candidatos presidencial y vicepresidencial ya habían incluso, propuesto a un sucesor, él entraría con una nueva imagen sin problemas de opinión pública, sin resentimientos contra él, y sin que grupos interesados financiaran las críticas en su contra; pudiendo prometer medidas a corto o largo plazo que atenuaran la inflación y que hubieran podido coadyuvara a aplacar la situación de ataque en la cual se entraba el gobierno, en todo caso la decisión se mantuvo y yo continué en el Despacho.
Pasaron las elecciones, se alivió la presión y de nuevo pudimos navegar más o menos tranquilos los últimos tres meses, que se aprovecharon para terminar todos aquellos proyectos que aún se encontraban pendientes y a limpiarle la mesa a la persona que fuese a ser nuestro sucesor.
En abril y mayo de 1974, por primera vez en tres años no tuvimos problemas con precios, y creo que se debía a que, ya muchos problemas se habían solucionado con anterioridad mediante el establecimiento de mecanismos que estaban operando, además la campaña electoral había terminado y ya no era necesario continuar atacando al gobierno.