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Recordando a Muso

Los omniscientes
Fecha de Publicación: 27/04/2020
Tema: Gobierno
 
Este artículo fue publicado originalmente por su autor, Manuel Ayau Cordón en el diario Prensa Libre, el 10 de agosto de 1968.
 


Nota del editor: La omnisciencia (o el punto de vista omnisciente) (del latín omnis, "todo", y scientia ("ciencia")) es saber o conocer todo, es decir, el conocimiento absoluto. Se dice que es un atributo propio de Dios en las religiones abrahámicas.

 

§ 
Hace casi 200 años, el moralista escocés Adam Smith, posteriormente reconocido como el padre de la ciencia económica, advirtió: “El político que tratase de dirigir a los hombres en cuanto al modo cómo deben emplear sus capitales, no solo se cargaría a sí mismo con una función totalmente innecesaria, sino que asumiría una autoridad que no puede ser confiada con seguridad a ningún concejo ni senado, y que en ninguna parte sería tan peligrosa como en las manos de un hombre que tuviese la locura y la presunción suficiente para imaginar que era capaz de ejercerla”.

Es obvio que todo aquel que está en contra de la libertad de producir, servir, consumir o invertir patrimonio sin coerción ni privilegios es decir, contra de la economía del mercado libresupone previamente la posibilidad de la omnisciencia por parte de quién dirigirá, guiará y coaccionará a los hombres, para que no hagan lo que libremente escogerían hacer o bien para que se vean obligados a hacer lo que libremente no hubieran elegido hacer.

El que está a favor de la libertad no trata de imponer coercitivamente su criterio a los actos ajenos. Quién defiende la libertad basa su postura en la premisa de que los demás sabrán escoger como disponer de lo propio, qué hacer y qué no hacer con ello, y que el deber del Estado proteger los derechos de libre, honrada y pacífica disposición de patrimonio, tiempo, talento o energías, nunca la de asumir posturas paternalistas so pretexto de que los hombres no saben encauzar sus decisiones hacia su propio mejoramiento.

En una sociedad libre, el dirigente tiene como único instrumento la persuasión pacífica y será seguido siempre que su dirección sea voluntariamente aceptada por sus conciudadanos. La postura paternalista necesariamente se basa en la presunción de incompetencia de la gente, y en la superioridad de motivaciones y juicios de quien propone la solución. Este, si no forma parte del Gobierno, se identifica con él haciéndole sus recomendaciones. Tal postura es obviamente, típica de un Gobierno dictatorial, de izquierda o de derecha, o de cualquier acto aislado de carácter dictatorial. Las dictaduras presuponen siempre su cuasi omnisciencia, para justificar así la prepotencia que las caracteriza.

Esta actitud no se limita necesariamente a individuos o grupos oligárquicos. También una mayoría, mediante el voto, puede destruir o anular todos los derechos de la minoría, cuando sostiene que por ser mayoría puede “mandar” sin limitaciones. Quien pretende sustituir con sus propios juicios valorativos el juicio de sus conciudadanos, y si no tiene reparo en utilizar el poder coercitivo del Gobierno para imponer su criterio, es un dictador. Por tanto, lejos de estar contribuyendo al progreso de la sociedad aunque en su gestión tenga éxito, estará propiciando el regreso a épocas pasadas, cuando todavía no se había reconocido el valor del respeto a los derechos individuales de las personas.

La presunción de omnisciencia es muy común y asume muchas formas. Detrás de cada omnisciente se esconde un petit dictateur. Cuentan las malas lenguas que, durante la reciente crisis francesa, el omnisciente Charles de Gaulle, solo y ante la imagen del Sagrado Corazón, se dirigió solemnemente a ella y le dijo: ¡Sagrado Corazón, ten confianza en mí!

¿Cómo reconocer a un petit dictateur?

Está dispuesto a utilizar el poder coercitivo del Estado, no solo para evitar actos no pacíficos (crimen, fraude, etcétera), sino para obligar a la gente a hacer lo que libremente no habría elegido hacer, o para impedir que haga lo que con libertad hubiera escogido a hacer. Debo aclarar que, cuando nos referimos a libertad lo hacemos refiriéndonos a actos que respetan los derechos ajenos dentro de las alternativas de cooperación social existentes.

Piensa que las demás personas no sabrán disponer convenientemente su patrimonio. Está convencido de que, si no obliga a los demás a actuar de acuerdo con lo que él considera conveniente, no se hará nada. Desde luego, asegura, todo lo hace por el bien de los demás.

Dada su omnisciencia, quiere ser quien califique de más o menos conveniente lo que los demás libre y pacíficamente deseen hacer, Así que puede permitirlo o prohibirlo según el caso (economía dirigida).

Dada la incapacidad o egoísmo de los demás, considera inútil recurrir a la persuasión; por eso no tiene el menor recato para usar el poder arbitrariamente, con tal de lograr sus fines.

Considera conveniente y necesario, por ejemplo, ordenar a los dueños del capital utilizarlo conforme él dispone. Es decir, para que pueden prestarlo (control selectivo del crédito) y cuánto pueden cobrar por eso (tasas y topes de interés).

Juzga conveniente que unos paguen, obligatoriamente por supuesto, un precio más alto o más bajo del que libremente acordarían vendedor y comprador (precios máximos o mínimos).

Está dispuesto a que coercitivamente se quite al trabajador parte de su sueldo, para convertirlo en barquero forzado (Banco de los trabajadores).

No ve nada malo en que a una persona se le prohíba cambiar el fruto de su trabajo por el fruto del trabajo de otro que viva en el extranjero (control de cambios) sin previo permiso otorgado por alguien (un omnisciente, claro está).

O, en una palabra: el petit dictateur teme a la libertad pues, si ella prevalece, se verá despojado de la facultad de imponer su criterio coercitivamente.