PolÃtica Pública
Los joyeros
Fecha de Publicación: 18/05/2019
Tema: Guatemala
“Querido Dios, Tú hiciste mucha, mucha gente pobre. Yo sé, desde luego, que no es vergüenza ser pobre… ¡Pero tampoco es un gran honor! Entonces, ¿por qué habría de ser terrible que yo lograra hacer una pequeña fortuna?” Traducción muy libre de Violinista en el tejado
Cierro los ojos y me recuerdo plácidamente sentado en el centro de la larga mesa del comedor de Stella Dorion. Ella comparte la cabecera con Armando de la Torre, a su derecha está Juan José Hurtado, luego Helmuth Chávez e Ivonne Praun. Cerca de la otra cabecera, está Alonso Rodríguez. Estamos en julio de 2010, es jueves y hace calor. Los joyeros nos llaman “sus asesores”.
A mi derecha están Jorge Tepet, Teodoro Curup y Abel Suruy. A mi izquierda Toribio Curup, Edwin Pirir y Ana María Canel. La otra cabecera está ocupada por Marco Tulio Pirir, Ana Mercedes Curup y Gerónima Locón. Más atrás, en sillas extra recuerdo a María Lorenzana y Adolfo Subuyuj; a David Raxón y Silvestre Puluc. Esa escena, a veces con otras personas, se repitió cerca de 200 veces durante los años siguientes. Los días jueves, a las 4 de la tarde, durante más de cuatro años, estuvimos allí reunidos.
Ellos provenían de Joya de las Flores –Joya--, caserío de la aldea Cruz Blanca, en San Juan Sacatepéquez. Nos proponíamos ayudarlos a convertir su caserío en el poblado con mayor desarrollo en el país. Algo de eso se logró. Entonces, en Joya había 450 casas que ocupaban unas 2,500 personas (yo les llamaba joyeros).
Les ayudamos a concluir la expansión de la escuela con seis aulas más. Una de ellas se convirtió en laboratorio de computación con equipos generosamente donados por María del Carmen Fernández, de Viajes Tívoli. También contribuimos a desarrollar un Centro de Salud frente a la escuela. De nuevo, María del Carmen proporcionó los muebles que necesitábamos.
Pero lo más importante, en mi opinión, fue enseñarlos a soñar. Compartimos nuestros sueños educados con los de ellos, plenos de realismo y claridad en sus limitaciones, conscientes de sus carencias, sabedores de lo que hacía falta para llevarlos a término
Cuando los realicen dejarán de ser sueños, serán realidades. Pero primero deben soñarlos. Después, visualizar paso a paso, las tareas que habrán de desarrollar para alcanzarlo. Ya allí, resueltos los escollos, hacerlo es simple. Al final del recorrido están los tomates, los chiles, los hongos ostra, las chumpas, las blusas, las gallinas, las lombrices...
Les hicimos ver que son dueños de su vida. Que su futuro depende de ellos, solo de ellos. Que no deben esperar nada del Gobierno. Desde luego, si algo llegara este a ofrecerles, que lo reciban. Por poco que fuera, sería una ganancia. Les dijimos que ellos podían, les demostramos que eso era verdad... Y lo creyeron. Pero hacía falta que otros también les dijeran lo mismo.
Hicimos arreglos con la Universidad Francisco Marroquín –la UFM-- para que sus profesores insignia les dieran clases. Fernando Monterroso, Helmuth Chávez, Armando de la Torre, Roberto Blum, Pedro Trujillo y otros igualmente insignes estuvieron con ellos. Giancarlo Ibargüen, entonces rector, nos abrió las puertas e Ivonne Praun de Suárez, convocó a los profesores.
Los joyeros recibieron pláticas sobre economía, legislación, política, desarrollo y otros temas que les permitieran comprender el mundo que los rodea, y dominarlo. Durante diez semanas, ellos sacrificaron los ingresos que les dejaban sus ocupaciones del sábado en la mañana y asumían el costo de transportarse desde su caserío hasta el campus de la UFM en la zona 10.
Meses después, Helmuth Chávez les enseñó cómo diseñar y analizar proyectos productivos. Cada quien escogió el negocio que le interesaba desarrollar (era muy importante que fuera el suyo, el de sus sueños). Visitaron viveros de cultivo vertical de tomates de FUDI en Tecpán. Aprendieron a producir hongos ostra en ASIDECA. Compraron lombrices “Coqueta roja” en Retalhuleu y crearon un centro experimental de abono orgánico. Las alimentaban con las hojas y otros sobrantes de la venta de verduras en el mercado de San Juan. Otros se entusiasmaron con la producción de pepinos.
Ana María quería ampliar su gallinero y encontrar hortalizas más eficientes para alimentar a las aves, también cambiar la variedad de flores que sembraba. Adolfo se interesó en crear sacolas y chumpas con aplicaciones de bordados típicos. Marco Tulio tenía en mente un taller de reparación de motos y bicicletas. Toribio cultivó hongos ostra. María Lorenzana hacía blusas bordadas y creó nuevos modelos. Silvestre buscó la confección y comercio de blusas y así…
Muchas otras personas nos acompañaron en aquellas reuniones y en las visitas que hicimos a Joya. Todos con el más vivo deseo de ayudar. Todos donando generosamente su tiempo y esfuerzo.
Un día Toribio razonó: Si las familias tuvieran una cochinita en su casa y la alimentaran con las hojas de las legumbres que siembran… dos camadas por año, 9 cerditos cada vez... Eso es mucha riqueza.
Otro día, con cierto desánimo me dijo: Hemos aprendido mucho, tenemos una enorme capacidad de trabajo, muchos proyectos productivos qué desarrollar… Lo tenemos prácticamente todo, menos el capital y las facilidades para conseguirlo. Nuestras propiedades no valen suficiente para una hipoteca. No somos sujetos de crédito bancario y ese es el principal obstáculo para nuestro desarrollo.
Tal vez podamos resolver los problemas técnicos, pero nuestros proyectos seguirán siendo sueños mientras no podamos financiar el arranque. Necesitamos de alguien dispuesto a confiar en nosotros, que esté dispuesto a darnos una mano… y algo más.
Nos hablaron de los créditos fiduciarios, de esos que se basan en la confianza y me pregunto: ¿Merecemos esa confianza? ¿Somos gente de bien? ¿Somos hombres y mujeres de palabra que honran sus compromisos?
Los domingos hacemos trabajo comunitario. Reparamos la carretera, limpiamos las cunetas, destapamos drenajes, limpiamos el azolvamiento del riachuelo... Por lo menos dos veces por año, desarrollamos con los niños de sexto un tren de limpieza en el cual se saca toda la basura de las calles y de la escuela. Además, limpiamos los terrenos donde están los tanques de agua...
Trabajamos los domingos, sin cobrar un centavo. Es un trabajo duro, más si se piensa que también trabajamos de lunes a viernes y más que medio sábado, en tareas de jardinería, como albañiles o ayudantes, como peones, haciendo zanjas... Bajo esas condiciones es particularmente duro hacer trabajo comunitario.
Nos ha entusiasmado la producción de pepinos. Estamos trabajando tres proyectos de diseño y confección, uno de chumpas, otro de bordados típicos y uno más de blusas elegantes. También nos hemos involucrado en un proyecto de servicios bancarios, otro de crianza de pollos y dos de comercio. Si esto funciona, algún día dejaremos de ser pobres. Acaso podríamos acumular una pequeña fortuna.
Somos buenas personas. Yo creo que deberíamos merecer la confianza necesaria para que se nos preste dinero con base en la palabra y el honor –concluyó.
Esto, lo anterior y mucho más, fue lo que aprendí de ellos en aquellos cuatro años. Pienso que hay miles de comunidades en Guatemala con gente maravillosa como la que conocí en Joya de las Flores. No todos eran pobres, algunos ya habían encontrado su camino. La casa de Abel Suruy podría estar en la zona 14 y rivalizar en elegancia con las de ese exclusivo entorno. Él como carpintero y Teodoro Curup como tapicero tuvieron una oportunidad de crear esa pequeña fortuna que refería el Violinista en el tejado y la aprovecharon.
El mes pasado publiqué los lineamientos para una política de empleo basada en mi experiencia con los inolvidables joyeros. Hay que encontrar a alguien interesado en invertir el dinero (sugerí una grupo de fondos de pensiones europeo). Hay que cambiar la legislación que prohíbe la intermediación financiera a manera de permitir el flujo de esos capitales hacia acá y el retorno de los réditos a sus propietarios. Hay que enseñar a los prestatarios a hacer un plan de negocios, como lo hizo Helmuth con los joyeros.
Esas tres tareas deben ser iniciativa del Ejecutivo. Después, el Gobierno debe abstenerse de nada más. Debe bastarle ver como progresa esa gran cantidad de familias indígenas que hoy viven en pobreza en el área rural de Guatemala. El fisco tendrá beneficios con el IVA del consumo de ellos cuando sean ricos. Ya va siendo hora de dejar de ver el trabajo informal como un problema.
Hace años que no veo a los joyeros. Solo un intercambio de notas en Facebook. Su escuela se convirtió en un Centro Social y Cultural. El Centro de Salud que les ayudamos a equipar sigue funcionando con apoyo de la UFM y de una Universidad canadiense que los visita cada año. La carretera asfaltada que atraviesa el poblado era un gran sueño de ellos que se convirtió en realidad.
Los niños que entonces estaban en la escuela, hoy son adultos que crecieron con una mejor escuela y tuvieron mayor asistencia en su salud. Seguramente dominan la Internet y utilizan las redes sociales. Seguramente se mostrarían incrédulos si supieran que un día celebramos con sus padres el envío del primer correo electrónico desde el caserío, mediante una línea especial que solo después de un amplio rogatorio habíamos conseguido que instalara Telefónica.