Argumentum
El comentario de Von Ahn
Fecha de Publicación: 07/09/2018
Tema: PolÃtica
Por Mireya Molina en colaboración con Ricardo Castillo Arenales
El empresario guatemalteco radicado en Estados Unidos, Luis Von Ahn, redactó una carta de respuesta a una columna publicada por la periodista Mary O’Grady del Wall Street Journal. En ella, Von Ahn cuestiona la postura de O Grady con respecto a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, CICIG. Según Von Ahn, la CICIG “es la mejor opción contra la corrupción”. El artículo de Von Ahn fue ampliamente difundido en redes por el diario Nómada, fuerte simpatizante de la CICIG, del cual él es financista. Aquí se hacen algunas reflexiones sobre la respuesta del conocido empresario y cómo esta ha sido utilizada por los promotores de la CICIG.
En primer lugar, diría que su artículo es un reflejo de los valores elitistas predominantes entre los “liberales modernos” en Estados Unidos. Inicia su texto haciendo alarde de sus innegables y, por supuesto, aplaudibles logros en el mundo empresarial y académico. Da la sensación que atribuye un valor superior a su opinión debido a su éxito empresarial, y no por el simple hecho de ser un ciudadano más con el derecho a expresarse. Entre líneas, Von Ahn demuestra el pensamiento de los empresarios “inteligentes y sofisticados”, o también conocidos como “progresistas”, quienes argumentan tener una visión superior a la de los "ciudadanos promedio". Esa visión de “nosotros los entendidos” versus “esos que no entienden” es muy similar al discurso de los demócratas elitistas representados por la ex candidata Hillary Clinton, y que en buena medida, dio paso a la victoria de Donald Trump en Estados Unidos.
Pero volviendo al tema, se debe reconocer que Von Ahn no utiliza el ataque personal en su respuesta a O’Grady, y (¿humildemente?) acepta las limitaciones de sus argumentos, al reconocer que la periodista no cambiará de opinión a partir de su artículo, y al confesar que él no entiende con totalidad la situación política que atraviesa Guatemala (¿Entonces por qué animarse a escribir con tal contundencia?). Él mismo asevera que no gana nada con la redacción de esa carta, y se nota una verdadera buena intención en su misiva. ¿Dónde está el problema entonces?
Aunque se valora el esfuerzo de Von Ahn de emitir una opinión política, su esfuerzo, o quizás el esfuerzo de quienes han hecho publicidad de su carta, busca demostrar que una persona educada, exitosa, ¡capitalista! y que ha sido un modelo de superación para muchos jóvenes, ve con ojos positivos el trabajo de la Comisión contra la Impunidad en Guatemala CICIG. Entonces, si Luis Von Ahn, que es un genio y empresario lo dice, ¡debe ser lo correcto! ¿No? ¡Incluso el presidente Morales vio su talento y lo quiso como ministro de educación!
El problema es que este tipo de argumento es típico de una estrategia de comunicación en el que los viejos discursos son empaquetados en las palabras de actores que tradicionalmente no comentarían sobre política. Por ejemplo, los demócratas han utilizado constantemente esa estrategia al poner en palabras de celebridades, músicos, actores y deportistas, su desprecio por el presidente Trump.
El otro problema es que, aunque muchos creerían lo contrario, la inteligencia en el ámbito científico o empresarial no necesariamente otorga superioridad en el ámbito político. De hecho, Von Ahn dice algunas cosas donde demuestra cierta ingenuidad política, por ejemplo, dice “entiendo que usted junto a otras personas consideran que la CICIG está politizada. No sé si esto es cierto o no. Mis contactos y fuentes me dicen que no es así”.
¿Von Ahn no confía en sus fuentes? ¿O confía demasiado en ellas? ¿Cómo puede emitir una opinión tan definitiva sin considerar la posibilidad de que sus fuentes tengan un sesgo particular? Es decir, la comprobada capacidad del empresario en su ámbito de trabajo no le atribuye automáticamente ser una fuente de opinión política superior a la de cualquier otra persona. Incluso, su opinión podría ser igual o más desinformada que de la un guatemalteco común. ¿Tiene derecho de expresarla? ¡Por supuesto! Aunque no viva en el país.
Finalmente, Von Ahn dice que no importa si la CICIG es politizada o no, pues lo que importa son los resultados. Seguramente es el mismo método que utiliza al momento de desarrollar sus aplicaciones. Lo que importa es el resultado, ¿no?
En otras palabras, lo que se puede observar en la carta, seguramente bien intencionada de Von Ahn, es que otros actores la han querido aprovechar para promover esa noción, muy común en estas épocas, de los “técnicos” o “expertos” siendo más capaces que los ciudadanos comunes de resolver problemas políticos. Un técnico (en cualquier rama) desde otro país tendrá las respuestas a los problemas de los guatemaltecos en Guatemala… ¡seguro!
Sin embargo, un curso de ciencias políticas (que en Estados Unidos son muy buenos) podría ayudar a entender que el gobierno de una sociedad no funciona como las matemáticas, la ingeniería o las ciencias naturales (aunque los marxistas sí han creído en la planificación desde un centro a cargo de algunos iluminados). Las personas son complejas, y con un poder absoluto como el que la CICIG ha llegado a tener, son fácilmente corruptibles. Quizás eso es lo que O’Grady ha planteado en sus múltiples artículos, pero es una verdad tan sencilla y tan de sentido común, que a los inteligentes les cuesta mucho entenderla.