Lectura Recomendada
Luis Enrique Pérez: Carta post mortem a Arzú
Fecha de Publicación: 30/04/2018
Tema: Instantáneas
Hoy 27 de abril, tu muerte me brinda la dolorosa oportunidad de decirte aquello que antes debí decirte.
Gracias por haber decidido servir a la patria. Con tu decisión, contribuiste a evitar la devastación socialista de la patria; la servidumbre socialista de los guatemaltecos; la sepultura de la libertad en el abominable cementerio del socialismo; y el despotismo socialista oculto en promesas de vida paradisiaca de los pobres.
Gracias por haber celebrado los últimos acuerdos de paz, porque por lo menos sometieron a las ominosas fuerzas insurgentes a procesos electorales, en los cuales los ciudadanos libremente manifestaron que detestaban a esas fuerzas; que las despreciaban; que su mejor destino era disolverse en su propia miseria y su propia vergüenza electoral; y que el poder armado que habían tenido no poseía la más mísera legitimidad. Los expusiste a ser combatidos con el voto del pueblo; y el combate fue exitoso.
Gracias por haber sido un infatigable opositor de esa izquierda que, incapaz de haber derrotado al Ejército de Guatemala, e incapaz de haber arrebatado el poder del Estado, y luego incapaz de obtener alguna decorosa cantidad de votos en procesos electorales, ahora intenta provocar el caos social del país, la ruina económica de la nación, la creación de un Estado indígena socialista, la partición territorial y finalmente la aniquilación del Estado de Guatemala.
Gracias por haber sometido tu extraordinario liderazgo a los más elevados intereses del pueblo de Guatemala, y no haberte aprovechado de ese liderazgo para convertirte en un seductor pero destructor predicador del socialismo, que explotara, no ya la pobreza misma de la mayoría de guatemaltecos, sino la obligada esperanza de vivir para disfrutar de la vida y no para sufrirla. Renunciaste a ser un moralmente mísero Fidel Castro, o Raúl Castro, o Hugo Chávez, o Nicolás Maduro, o Daniel Ortega. Realmente, no renunciaste a serlo. No podías serlo. Era imposible que lo fueras. Tu naturaleza te lo prohibía. Tu linaje de patriota te lo impedía.
Gracias por haber desafiado a las fuerzas invasoras de la Organización de las Naciones Unidas y de la intromisiva comunidad internacional, que so pretexto de combatir a “cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad”, arrasan con el régimen jurídico del país, incluido el régimen constitucional; y se han convertido en fuerzas que usurpan el poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo del Estado de Guatemala, convertido ya en colonia de poderes extranjeros o internacionales.
Gracias, Álvaro Enrique. Cuando te despediste de la Presidencia de la República, dijiste: “Buena suerte Guatemala. Que Dios te proteja. Que Dios te proteja siempre. Y si algún día necesitas a alguien que dé su vida por ti, yo quiero ser el primero en enarbolar tu bandera…” Realmente, ya habías dado tu vida por Guatemala. Y encontraste la muerte cuando dabas esa vida por tu patria.
Álvaro Enrique: Emprendiste un nuevo camino en la historia de la patria. Y ahora también has emprendido un nuevo camino, pero en territorios del espíritu inmortal, en los que has de obtener el justo premio que quizás no pudimos otorgarte, como si la muerte hubiera querido privarnos de ese privilegio.
Post scriptum. Y por lo menos en mi alma, tienes un monumento, erigido con un agradecimiento que pretende ser tan grande, como grande fue aquel a quien está dedicado.