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Teorema

La UFM (2da parte y final)
Fecha de Publicación: 24/03/2022
Tema: Educación
 

Creemos firmemente en la capacidad del hombre, precisamente reconociendo la imperfección de todo lo humano, para encontrar mejor su destino en libertad pacífica y no compelido por la colectividad personificada en el Estado. Manuel F. Ayau C.

Los grandes teóricos del colectivismo radical o socialista, como Saint-Simon, Lasalle, Proudhon, Marx, Engels, Feuerbach o Bakunin, fallecieron en el siglo XIX sin dejar sucesores dignos de mención. Sus ideas se diluyeron con el paso de los años y en su lugar surgieron políticos y dirigentes gremiales que las convirtieron en consignas capaces de prender el fuego de las emociones de los más dóciles.

En 1843 Flora Tristán acuñó la frase: “Proletarios del mundo, uníos”. Mucho después, en 1973, el músico chileno Jorge Ortega escribió: “El pueblo unido jamás será vencido”. Todo el trabajo de Marx, quien fue genial, parece haber sido sustituido por esas dos frases.
En la década de 1920 el comunismo echó raíces en Guatemala. Cuando se formó el Partido Comunista Centroamericano, la delegación local tuvo nutrida participación. Aquel origen fue abonado durante el régimen de Arévalo cuando se formó el PGT en 1949 y floreció en el de Árbenz, mayormente, a través del militante Fortuny.
El anticomunismo que surgió después provino de la doctrina que predominaba en EU. Entre 1950 y 1956 el senador Joseph McCarthy, violando la Constitución de su país, acusó a muchos ciudadanos de ser comunistas. Los persiguió, enjuició y condenó. Algunos fueron ejecutados. En el fondo, prohibía a la gente pensar de acuerdo con los postulados de Marx, filósofo, sociólogo e intelectual, fallecido 70 años antes, en 1883. Aquel ejemplo dio pábulo a acciones, también proscritas en Guatemala, pero que aquí fueron aún más sanguinarias.
El anticomunismo nunca desarrolló una ideología formal. En la década de los 70, constituía una respuesta insuficiente al marxismo-leninismo todavía pujante entonces. Sus gestores podían ser personas con muy buenas intenciones, educadas, y muchas veces con criterio y alta capacidad de análisis. Pero al formar gobierno, “tocaban de oídas” y no siempre coincidían de manera armónica. Los autoproclamados gobiernos anticomunistas resultaban ser como conjuntos musicales desafinados.

Las ideas del comunismo y el socialismo de hoy muestran las mismas debilidades “académicas” que el anticomunismo del siglo pasado. Pero con una grave diferencia: Anidan en la mente de los dirigentes de numerosos Estados. Sus postulados, convertidos en dogmas, sustituyen al credo religioso y provocan enfrentamientos violentos y muerte.

Fue en ese entorno, entre comunismo y anticomunismo, que Manuel Ayau C. ―Muso― y sus colegas decidieron abrir la UFM. Opusieron a las ideas marxistas la teoría de la Economía de Mercado. Una es objetiva; emocional la otra. Un habla de la producción económica de bienes y servicios; la otra de cómo distribuir esa producción, olvidando la importancia de producir antes de distribuir. Una propone la libertad como medio para liberar la capacidad creadora de las personas; la otra insiste en el Estado como eje central de la producción. Una reconoce que las habilidades y aptitudes entre los hombres son diferentes; la otra insiste en una sociedad de hombres iguales. Una premia a quien produce más, la otra le castiga.
Quizá la parte más complicada para Muso y su equipo, fue contra el anticomunismo económico. Los gobiernos usan el mercado para premiar o castigar. La lucha para suprimir las ventajas económicas que el Estado proporciona a algunos grupos y personas debió ser titánica. La tarea que tenían enfrente era inmensa. Además, había un Estado que se ahogaba en deudas y no funcionaba. Había que propiciar el cierre de unas 40 empresas del Estado que causaban letargo a la economía. La política fiscal del país era confusa y hacía complejo el cálculo económico. Y así…
La UFM debía formar profesionales que entendieran esos enredos y la necesidad de resolverlos, imbuidos en criterios de urgencia. Más que conocimientos técnicos debía dotarlos de supremo amor por Guatemala y fe en la libertad. Muso había escrito: Estoy convencido de que quien no acepta los riesgos de la libertad corre el peor de todos los riesgos: la pérdida de la prosperidad y de la libertad misma. Los graduados de la UFM debían saber, sin ninguna duda, que el hombre tiene enormes capacidades y habilidades aún sin descubrir. Era imprescindible que estuvieran convencidos de que los guatemaltecos no tenemos que seguir siendo pobres para siempre.

Algunos estudiantes absorbieron esos principios, pero no todos. Con el paso de los años, algo se ha conseguido dentro del entorno nacional, pero aún queda mucho, demasiado, por hacer. Hoy, Muso y muchos de sus colegas han fallecido, los demás están retirados de esas tareas y ven hacia la UFM con orgullo por lo que lograron hacer y nostalgia por aquellos días y sus extenuantes faenas.
 


Hoy, medio siglo después


Las ideas socialistas se han impuesto crecientemente en el mundo contemporáneo. Guatemala permanece a salvo de esos oleajes. Numerosas universidades en Estados Unidos gradúan estudiantes que veneran los mensajes de Berny Sanders y Kamala Harris. Pero ¡por Dios! ¡Sanders y Harris! Es como asirse entre nosotros a las ideas de Xiomara Castro y Nicolás Maduro.
 

En Guatemala el discurso político predominante respeta, aunque con graves distorsiones, la Economía de Mercado. Hay un discurso socialista en CODECA, la URNG y algunos partidos pequeños. Pero solo lo someten a debate público en regiones muy apartadas. En centros urbanos y semiurbanos “no pega”. Se dice que eso se debe a que cerca de la mitad de la población, la Guatemala indígena, por generaciones ha provisto su propio sustento. Desconfía de un Estado que invariablemente ha estado ausente para ellos. Sueño conque al menos en los centros urbanos la gente pueda comprender que, como lo explicó Muso: Las reglas básicas de una Economía de Mercado son: respeto mutuo a la vida, a la libertad, a la propiedad y a los contratos

El Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la UFM ha graduado a varios jóvenes que con el paso del tiempo se han postulado para los cargos más altos de la Nación. Ellos fueron formados bajo ideas básicas en torno a la libertad propias de los grandes pensadores de la Ilustración y el Romanticismo. Hayek y Mises también figuran en su formación y con ese sustento sostienen, hasta donde les es políticamente posible, una lucha permanente en contra de esa ausencia de sentido común que es propia de todo colectivismo.
 


Un escenario para la UFM del futuro inmediato


El genuino reto de la UFM no es el de sumarse a ese gran número de instituciones universitarias en el continente americano, que son proclives al colectivismo y suscribir lo dicho por sus líderes. En cambio, señalar con insistencia que Sanders dice sandeces.
El reto, ahora que la tormenta socialista se está convirtiendo en un huracán que arrasa y destruye, es mantener las convicciones sobre la libertad individual y la eficiencia del libre mercado. Es imperativo volver a Hayek, a Mises, a Friedman y a otros que inspiraron su nacimiento.
El desafío debería ser convertir a la UFM en templo de la libertad personal para acoger a los hijos de todos los hombres y mujeres sensatos, capaces de discernir entre lo que es verdaderamente correcto y lo que no lo es. Informar a esos jóvenes dispersos en los 35 Estados nacionales que conforman el continente americano que en Guatemala la UFM enseña sobre la base de la ética del trabajo y la valoración del esfuerzo individual.
Antes, la UFM nunca sacó el dedo para ver hacia dónde soplaban los vientos. En cambio, tomó el camino indicado por los maestros en sus libros. Años después, volvió a ver y sintió gozo al advertir que otras universidades la seguían, pues iba por el camino correcto.

 

SOBRE EL AUTOR
J, Fernando García Molina
      José Fernando García Molina Guatemalteco, 77 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista. Tiene una licenciatura en ingeniería eléct
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