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Papiroflexia

The Infidel and the Professor
Fecha de Publicación: 08/01/2019
Tema: Historia

El 25 de agosto de 1776, moría en su casa de Edimburgo David Hume.

Dado su mal estado de salud, Hume había preparado un pequeño escrito titulado My Own Life, que deseaba que se convirtiera en el prefacio de las futuras ediciones de sus ensayos, una vez ya muerto.

Adam Smith solicitó incorporar una carta que él mismo escribiría, describiendo la personalidad de su amigo Hume.
Hume aceptó.

El libro de Dennis C. Rasmussen, The Infidel and the Professor. David Hume, Adam Smith, and the Friendship that Shaped Modern Thought (Princeton University Press, Princenton, 2017) es el relato de la forja de esa amistad.

No es habitual escribir un libro sobre cómo se crea y se mantiene una amistad. Quizás porque no hay muchas amistades que duren tanto el tiempo y hayan dejado testimonios tan valiosos como la correspondencia entre Hume y Smith o, sobre todo, porque la amistad no parece ser un tema esperable de un ensayo científico.

Pero, además, estamos hablando de una amistad que, como el título del libro indica, iba a sentar las bases del pensamiento contemporáneo.

Hume era mayor que Adam Smith. De modo que las ideas de Hume terminaron por influir más sobre Adam Smith, aunque éste también dejará su huella en aquel.

Esa influencia de Hume sobre Smith es clave. Hume fue el gran adalid del empirismo, de la observación directa, de la experiencia como base del conocimiento. Y Smith basó sus trabajos sobre esa premisa. La riqueza de las naciones es una obra de reflexión, cierto, pero es una reflexión nacida de la observación. Una observación que, como explica Rasmussen, nace en especial de los viajes por Francia de Adam Smith, a los que habría que añadir sus estancias en Londres. Viajes y estancias breves, pero muy enriquecedoras.

Viajes y estancias donde Smith también siguió los pasos de Hume, quien antes que él, había viajado a Francia.

Es interesante observar que Smith tuvo una formación universitaria en Oxford, que él mismo consideró poco atractiva. Una vez más, fue el contacto con mentes atrevidas como la de Hume lo que hizo despertar en Smith sus ansias por analizar la realidad. El mundo moral en primer lugar (en la Teoría de los sentimientos morales). El productivo, a continuación (en La riqueza de las naciones). Y el de las instituciones posteriormente, un trabajo que no llegó a concluir.

Llegados a este punto, podemos preguntarnos si el hecho de coincidir en Escocia en el mismo tiempo, Smith y Hume junto a otros intelectuales del momento, fue el espaldarazo definitivo para la creación filosófica de ambos y una prueba de la llamada Ilustración escocesa.

El trabajo de Rasmussen nos da algunas pistas al respecto.

La primera, geográfica. Es cierto que Smith y Hume vivieron en Escocia de forma contemporánea. Aunque no en la misma ciudad. Smith se trasladó a Edimburgo cuando Hume ya había muerto y cuando Smith ya había publicado sus obras clave.

El hecho de ser los dos escoceses y moverse en el mundo intelectual facilitó que se conocieran y trataran. Pero estamos hablando de una casualidad y no de un determinismo. A partir de ahí, Hume representó una filosofía que rompía los moldes mayoritarios de su tiempo: desde ese empeño por el empirismo hasta su ateísmo, muy controvertido para su época. Smith podía haber seguido la corriente dominante, pero entendió a Hume y eso les hizo acercarse aún más. A partir de ahí, lo que marcó la vida de los dos, fue su capacidad para observar el mundo que les rodeaba, en Escocia, en Inglaterra o en Francia, y plantear una explicación de esa realidad poco acorde con el racionalismo imperante, pero muy clarificadora.

El libro de Rasmussen, en este sentido, aparte de ser una lectura agradable, es revelador sobre la forma de construir la historia: son las personas, con nombres y apellidos, con circunstancias propias, y en el caso de Hume y Smith, unidos por la amistad, las que construyen el devenir de la Humanidad. Sólo a posteriori, los investigadores generalizamos, inventamos estilos, movimientos, el trazo grueso que nos impide ver los detalles de lo que realmente ocurrió. Rasmussen parece tentado en algún momento en caer en ese pecado, pero lo evita presentándonos minuciosamente a los dos personajes que estudia.